Hace tiempo en una animada conversación cinéfila de sobremesa uno de los contertulios profirió un sacrilegio en forma de opinión: desde su siempre respetable punto de vista, las películas antiguas de Clint Eastwood no son tan buenas. Para este insensato eran films entretenidos pero no son las maravillas que todo el mundo parece creer hoy en día. A mí esta afirmación me pareció descabellada pero luego arrojó sobre la mesa una bomba atómica: El fuera de la ley no era más que un western del montón. Y por ahí sí que no paso.
El cine sobre el Oeste americano que había imperado en las décadas anteriores daba paso a una nueva generación de directores que nos daban una visión mucho más pesimista del género. Ya no había galanes apuestos ni héroes de una pieza. El mundo estaba cambiando, ya no estaban los límites entre el bien y el mal tan definidos como en años anteriores. Supongo que la guerra de Vietnam y toda su repercusión social propiciaron un giro hacia un cine más adulto, menos idealizado. Los limpios y aseados héroes de una pieza interpretados por John Wayne, Gary Cooper o James Stewart daban paso a otro tipo de héroes (o antihéroes) bastante más ambiguos que Clint Eastwood encarnó como nadie. Directores como Sam Peckimpah o el mismo Leone nos presentan un Oeste violento, sucio, polvoriento (o inundado de barro) lleno de personajes ruines y cobardes. El western crepuscular de Peckimpah tuvo en las geniales Grupo Salvaje y La balada de Cable Hogue sus máximos exponentes.
Clint Eastwood desarrolló una carrera en Norteamérica principalmente a las órdenes del siempre eficiente Don Siegel. Con Siegel (autor también de la maravillosa La invasión de los ladrones de cuerpos, 1956) Eastwood rodó westerns como la divertida Dos mulas y una mujer (1970) o la magnífica El seductor (1971), siendo esta última una clara referencia del cine que Eastwood desarrollaría posteriormente. Pero también hicieron juntos La fuga de Alcatraz (1979) y policíacos como La jungla humana (1968) y sobretodo Harry el sucio (1971). Los films de Siegel eran muy buenos, testigos del paso del cine clásico al moderno, eran los sesenta y setenta, no son todos obras maestras pero son muy superiores a cualquier film de acción o thriller de hoy día. En nuestra memoria quedará para siempre Harry el sucio, sus frases lapidarias y su peculiar forma de machacar a los malos. Es cierto que un tufillo fascista y machista rodea al personaje pero eso le hace aún más carismático. Lo de la corrección política se la sudaba en los 70.
En sus primeros films como director Eastwood regresó al género que mejor conocía: el western, pero con una peculiar mirada. Su quinto film como director fue El fuera de la ley (1976), un peculiar western escrito por Philip Kaufman y que se inspiraba en la historia real del forajido Bill Wilson. El propio Kaufman empezó a dirigir el film pero pronto chocó frontalmente con Eastwood. Las diferencias creativas y personales entre ambos provocaron el despido de Kaufman, por lo que Eastwood decidió hacerse cargo él mismo de la dirección. No sabremos cómo hubiera sido El fuera de la ley si la hubiera terminado Kaufman pero lo que sí sabemos es que es una pieza fundamental de la tetralogía de Eastwood sobre el western con Infierno de cobardes (1973), El jinete pálido (1985) y Sin perdón (1992). Igualmente su carrera como director fue in crescendo con otros géneros con resultados sobresalientes como Escalofrío en la noche, Los puentes de Madison, Million dollar baby, Mystic River o Gran Torino. Cierto que sus últimas películas no están al mismo nivel, pero a un señor de su edad no se le puede exigir demasiado, bastante hace con seguir en activo con 90 años.
Cuando vi El fuera de la ley de pequeño (sí, en Sábado Cine) me dejó alucinado. Era un film sucio y violento pero con un cierto mensaje pacifista. Primeramente, Josey Wales no es del bando de los buenos. Es un personaje marcado por la tragedia y el odio, un hombre que se enrola en la guerra civil americana en busca de los yanquis asesinos de su familia. Pero cuando la guerra termina él no ha encontrado a los asesinos y además está en el bando perdedor. Los malos perdieron la guerra pero los que la ganaron quizás no fueran tan buenos. Una situación nada fácil pero Josey Wales no se rinde fácilmente. Con todo en contra y sin nada que perder, iniciará una huida hacia delante en busca de venganza que dejará un reguero de sangre a su paso.
Eastwood construye aquí uno de sus mejores personajes, que no dejan de ser siempre el mismo con pequeñas variaciones. La cicatriz de su cara, el sombrero, sus muletillas, el sonido de las espuelas a cada paso y la continua manera de mascar y escupir tabaco convierten a Josey Wales en todo un icono, casi un mito del cine. A pesar de ser un famoso renegado, Wales ya no mata si puede evitarlo (da la oportunidad de huir a sus oponentes) pero no tiene remordimientos si tiene que hacerlo.
En la tenaz persecución que se establece en su busca Wales conocerá multitud de personajes: indios, tramperos, ancianos, mujeres, cazadores de recompensas y rufianes de todo tipo. Pero sobretodo parias de la sociedad. Los marginados que no tienen cabida en el nuevo orden nacido tras la guerra se irán uniendo a Wales en su huida. En la caravana de repudiados de Wales se formará una especie de comunidad, un mundo aparte de la abusiva ley de los triunfadores. Como si de un mesías se tratara, Wales se rodea de los marginados de la sociedad y los dirige hacia un mundo mejor (aunque el camino esté lleno de espinas). Es ahí donde El fuera de la ley, aparte de ser un film entretenido como pocos y técnicamente brillante, adquiere una dimensión casi épica. Más que un western crepuscular yo diría que es un western mesiánico. En un mundo que se derrumba y sin valores, serán los marginados de la sociedad los que busquen un lugar aparte para vivir. Wales apuesta por vivir a su manera sin seguir las estrictas normas de una sociedad hipócrita (algo que Eastwood trataría posteriormente en Infierno de cobardes). A pesar de que la venganza a movido sus actos, finalmente Wales decide abandonar ese camino y vivir en paz. Al final del film Josey Wales puede matar a su perseguidor pero decide dejarlo vivir afirmando ser otra persona. Josey Wales está muerto. Así pues, El fuera de la ley también narra la singular redención de un violento pistolero.
Así a bote pronto se me ocurren unas cuantas escenas míticas de El fuera de la ley. El encontronazo frontal de Wales con 4 de sus perseguidores en un pueblo o la del cazador de recompensas al que le dan la oportunidad de olvidarse del asunto y volver a casa con su familia (y él toma la decisión equivocada) me parecen escenas memorables a la altura de los mejores westerns de la historia. Por otro lado secundarios como el jefe indio o el perro son sencillamente entrañables. Es cierto que tenemos que aguantar a la compañera sentimental de Eastwood por esa época, la inevitable Sondra Locke, pero no lo hace nada mal.
Yo, desde luego, no creo que El fuera de la ley sea un film del montón, sino uno de los mejores westerns de la historia. O al menos, uno de mis favoritos. Y encima el film tiene moraleja. Como se dice al final del film, morir no es forma de vivir.
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