Esta era la cuarta vez que tenía la ocasión de ver «Los miserables» en directo, dos en Madrid, una en los noventa con Pedro Ruy Blas de Jean Valjean en el Nuevo Apolo y otra hace unos años en el Lope De Vega cantadas en español, y otras dos en Londres en inglés. En esta última en un lugar tan emblemático como el Queens Theatre, ubicado en Shafttesbury avenue en pleno corazón del West End. Obra mítica donde las haya, basada en la inmortal novela de Victor Hugo y musicada por Claude Michel Schönberg, con letra de Alain Boublil aunque la que ha trascendido es la versión en lengua de Shakespeare de Herbert Krezmer que adapta el original en frances.
Un musical que es enorme por lo que cuenta y como lo cuenta dividido en prólogo, dos actos y epílogo con momentos tan emocionantes como el inicio con los condenados a trabajos forzados, la lucha de Valjean con Javert, los amores imposibles de Marius, Eponine y Cosette, la muerte de Fantine, Eponine o Gavroche, la barricada con sus combatientes, los pícaros Thenardier o el antológico final, imposible de superar y con el que solo queda emocionarse y números musicales que ya forman parte de la historia del musical como el inicial «What have i done?», el inolvidable «I dreamed a dream», el divertidísimo «Master of the house», el triste «Empty chairs at empty tables» y los magníficos «On my own», «Do you hear the people sing?», «One day more», «Bring me home» o «Castle on a cloud», por poner algunos ejemplos de un patrimonio universal que no debe perderse. Como se puede observar es mi musical favorito.
Una representación acorde al espíritu del libreto, con un escenario donde se va sustituyendo el diferente «atrezzo» en cuestión de segundos y lo mismo nos encontramos en el mesón de los Thenardier, la casa del sacerdote o la barricada parisina en cuestión de segundos, con unos personajes que entran, cambian y salen de escena gracias a una plataforma circular que consigue un dinamismo extraordinario y que es amplificado por el juego de luces, aunque predomina la oscuridad y las sombras, en consonancia al espíritu de la época donde se sitúa la acción, esa Francia del XIX donde la miseria y la pobreza del pueblo se une al inicio de la Revolución Industrial, como sucedió en la propia Londres y su época eduardiana y victoriana, años de prostitución y robos para sobrevivir, niños mendigos y una autoridad que no perdona nada y reprime a un pueblo que se alza contra esa desigualdad. Para ello, se necesita un elenco de voces sobresaliente, encabezados por Jean Valjean, un tenor dramático con la difícil tarea de emocionar en cada momento. En esta representación estuvo correcto, de menos a más, justo lo contario del barítono Javert que fue de más a menos aunque actuó como una perfecta némesis. Entre los secundarios una buena Fantine, una «mezzo» de preciosa voz, bien y divertidos los Thenardier, un Marius con voz de tenor casi barítono y otra «mezzo» acertada Eponine aunque nos pareció sublime la soprano de Cosette. Siento no poder dar los nombres pero solo se encontraban en el programa que no compré.
Aún con todo sigue siendo una experiencia inolvidable asistir a un clásico como este (junto con «El fantasma de la ópera» son los que quedan en la cartelera londinense) en un teatro grande pero con buena visibilidad en casi todas sus localidades y vivir momentos que se recuerdan tras mucho tiempo, ya que una de las grandezas de «Los miserables» es que los temas importantes se repiten con letra cambiada, dejando ese poso de tristeza, amargura y emoción que solo puede dar uno de los mejores musicales jamás compuestos.
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