El camino era recto y su suelo, mojado de un perenne brillo que mostraba un largo recorrido. Caminaba a su lado contemplando con indiferencia ese paisaje. Una vista que con el paso de los años significa mucho y significa nada sin su presencia. Caminábamos juntos esa vez y hablamos como pocas veces lo hicimos. Las sombras de unos árboles centenarios nos cubrían. Y sus hojas fueron testigo de nuestros pasos cuidadosos. En nuestro andar vigilante recuerdo su consejo, atado siempre a la lógica. Así que seguimos el sentido contrario a nuestros pasos, viendo de frente el peligro para evitarlo.

Fueron largos meses contigo. Y más largos aún los años sin ti. No entiendo ahora la falta de claridad en mi mente. Mi falta de capacidad para suponer lo que vendría al pasar de los años. Se ve en las películas. Se lee en los libros. Y aun así, no se entiende si no se vive. No sé cómo en ese tiempo corrí desesperado, amparado por la melodía, cuando realmente podía haber caminado a tu lado llenando mi corazón y mi mente de aquello que tanto extraño ahora. No entiendo cómo no se me ocurrió desvelarte al calor del horno de leña, en vez de dedicar mis noches oscuras a distraerme escuchando cuentos de camino e historias de dial. No tiene explicación cómo mi supuesta madurez no me llevó a entender lo que iba a pasar. Ni siquiera me llevó a imaginar que podía pasar. O eso quiero creer.

No bastaba una herida abierta y unos tubos que supuraban una realidad que posiblemente nunca quise imaginar ni entender. Me bastó una mentira piadosa vestida de blanco y un amor de años en la lejanía para escaparme de tu realidad y así, vivir la mía. No es que me arrepienta. Posiblemente hoy estaría extrañando otro camino, quizá bajo un sol brillante y con tanto cemento como para construir cien caminos como el que transitamos. La cosa es que sucedió. Ese suelo mojado y la chimenea de una fábrica abandonada, se convirtieron en la imagen de una oportunidad disfrutada y ciento cuarenta más perdidas.

Bajo las melancólicas hojas de aquellos árboles centenarios caminamos a un ritmo pausado. Me contaste parte de tu historia y yo, ingenuo y visionario de lo inútil, no entendí que en ese momento debía indagar sobre todo aquello que años después serían dudas nunca aclaradas. Hoy los árboles son los mismos y parte del camino ha cambiado, alejándose aún más de tus recuerdos, de esa infancia que viviste y de la cual hubiera querido saber más. Yo la sigo recorriendo con los pies descalzos y flotando entre sueños. Es así que imagino un viaje a través de las sombras, cruzando mares y llegando al destino de una tierra donde tú eres eterno. Entre sueños y la esperanza de un futuro reencuentro me planteo si seré capaz de reconocerte y no cometer el mismo error.

No puedo engañarte. El tiempo pasa. Y me parece que yo sigo escondiendo ese círculo no cerrado bajo una espesa capa de hojas secas. Pasan los años y sigo pensando en la lluvia, el suelo húmedo, tu presencia bajo una boina y la constante sensación de que no te merecía. Aun así, tu corazón fue mío y sigues estando, etéreo, rodeado de las notas de Machín en un eterno baile con el amor de tu vida. Eso también lo viví. Lo puedo imaginar. Lo puedo soñar.

Cuando dimos la vuelta, el recto camino seguía mojado. Las hojas se arremolinaban y nos volvimos caminando pausado, lento, siempre al sentido contrario de nuestra dirección, viendo de frente las luces y el peligro de una carretera sin acera. Así como era tu consejo, tan atado a la lógica.

 

 

by: Manuel Losada

by: Manuel Losada

Publicista de profesión, hablador de paja por vocación. He canalizado mi verborrea hablando de lo que más me gusta, la música. Y lo he hecho a través de varios programas de radio y escribiendo en diversos medios. Actualmente desvarío a través de mi podcast , Freack Station , el blog de Arrecho y en Rock, The Best Music.

1 Comentario

  1. Natacha Rivero Santos

    Manuel, lo que describes es tan parecido a lo que sentí cuando mi padre partió! Con el tiempo me di cuenta que lo que viví con él fue lo que tenía que ser, así como lo que no viví. Sentir que algo faltó o quedó inconcluso es sólo una ilusión. Como viven en nuestros corazones y en nuestros recuerdos, hasta que seamos nosotros los que partamos, aún estamos a tiempo. No hay final.

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