Qué difícil y qué fácil a la vez me resulta escribir una crónica sobre un concierto de Los Brazos. Difícil, porque les he visto ya muchas veces, he hecho muchas crónicas y cada vez es más complicado no repetirse. Fácil porque cuando una banda lo da todo sobre un escenario, se divierte y contagia su pasión a un público entregado de antemano, las palabras fluyen solas.
 
Sábado a la noche en el Antzoki (dónde si no) para cerrar la gira de «Live 2015-2018», con la que se han recorrido (y van…) miles, cientos, qué diablos, hasta decenas de kilómetros por la piel de toro. Pero… lo que empieza en casa, debe acabar en casa.
 
Con 13 minutos de retraso sobre la hora prevista, supongo que para dar tiempo a llegar a todo el mundo por el caos circulatorio de anoche en Bilbao, saltaron los getxo-bilbotarras al ruedo del café-teatro de San Vicente, precedidos por el sonido de «La Grange» de ZZ Top, por si algún despistado venía por primera vez y no sabía lo que iba a escuchar.
 
Abriendo fuego con «Randall» de su disco «Gas», esa locomotora rítmica que son Koki Chamorro a la batería y Txemi Gándara al bajo percutor empezaron a descargar junto a William Gutiérrez a la guitarra y el chorro de voz una tormenta rockera de 2 horas clavadas.
 
Una de las claves de Los Brazos, más allá de la calidad de sus composiciones y su virtuosismo musical, es que son una banda jodidamente divertida de ver; bien cuando se acercan al borde del escenario para estar más cerca de la gente o bien por los movimientos acompasados de Willy Gibbons y Txemi Hill.
 
Respecto al repertorio, decir que fueron cayendo sus temas clásicos uno tras otro: «What Should I’ve Done», «Where To Go», «Tales» (con William cantando parte del tema sin micro), «Stand By Me», «Have Mercy», «Cold», «Juice», «Say My Name», «Guardian»… 
 
Mención aparte merecen un «Magic» presentado por un emocionado Will hablando tanto de la camiseta que lucía sobre la lucha contra la ELA como de lo que ha aportado este tema a la investigación del cáncer infantil, (y en la que, al igual que la última vez, contaron con la colaboración de Saúl Santolaria y Rafa Gutiérrez a los coros); esa bomba titulada «Boogie», o la coreada «The Rain».
 
Evidentemente, el fin de fiesta, nunca mejor dicho, llegó con «Not My Kind», o como a mí me gusta llamarla, «The Lo-Lo-Lo Song», que puso el Antzoki boca abajo (patas arriba llevaba desde el minuto uno). 
 
A petición popular, el trío nos regaló un par de bises, siendo el último la habitual y no por ello menos descomunal versión del «Free Bird» de Lynyrd Skynyrd
 
Como momentazo, destacar el momento en el que William Setzer (ya veis que voy soltando apellidos para que os hagáis una idea de algunas de las influencias de la banda) se metió entre el público a tocar tanto abajo como subiendo las escaleras para llegar al Antxiki, la parte de arriba.
 
El único punto negro, si no lo digo reviento, y no tiene nada que ver con la banda, es la puta escoria que sigue acudiendo a los conciertos, esa plaga para la que parece que tengo imán, parásitos que se te pegan y hacen de todo menos ver el concierto: hablar sin parar, sacarse selfies, ir y venir a la barra… basura humana que confunde un concierto de rock con un chiringuito de playa; me tocan todos, oye. Da igual dónde me ponga.
 
En fin, eso no quita un ápice de valor a un bolazo con maýusculas de una pedazo banda que nunca defrauda y que ahora va a hacer un parón en sus actuaciones para preparar como debe ser su próximo álbum y su próxima gira. Esperemos que el parón no se alargue mucho. Por el bien del rock’n’roll.
 
Texto y Fotos: Rock n Talk
by: Carlos tizon

by: Carlos tizon

Licenciado en el arte de apoyar el codo en la barra de bar. Comencé la carrera de la vida y me perdí por el camino, dándome de bruces con el rock and roll. Como no pude ser una rock star, ahora desnudo mi alma cual decadente stripper de medio pelo en mi blog, Motel Bourbon.

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