«Riviera» supuso la vuelta a una cierta relevancia cinematográfica del director irlandés Neil Jordan, un realizador que tuvo sus mejores años entre mediados de los ochenta y finales de los noventa, culminado por el Oscar al mejor guion original por «Juego de lágrimas». En este 2019 ha vuelto a la gran pantalla con la interesante e irregular «Greta» (que comentamos en su momento) pero la ficción televisiva ambientada en la Costa Azul francesa le otorgó ese «empujón» que, tal vez, su carrera necesitaba. Recordemos que la primera temporada narraba la vida de una acaudalada familia de banqueros, cuyo patriarca se casa con una experta en arte mucho más joven, ya que se ha convertido en un coleccionista. En un atentado en Mónaco muere y comienzan las disputas entre los tres hijos y la antigua esposa con la nueva madrastra, descubriendo un mundo de miseria moral rodeado de todo el lujo inimaginable.
Al finalizar los diez primeros episodios, todo quedaba en el aire para una continuación que ahora acaba de terminar en la plataforma que ha decidido emitirla en España (Movistar). Sin ser una obra maestra, la primera se sostenía gracias a la buena ambientación y una historia, aunque alambicada, creíble, junto a un reparto acertado. En esta segunda parte sigue funcionando la ambientación pero bastante menos el reparto y, sobre todo, el guion, pues de repente aparece el muerto Constantine Cleos, quien parece que va a ser un eje central en la trama para, por arte de magia, «borrarlo» en una las decisiones más cuestionables que hemos visto en años. No es la única, pues el jaleo de paternidades e infidelidades acaba resultando inverosímil, como la conversión al cristianismo de Irina. En el capítulo positivo sí tenemos una cierta búsqueda de redención en algunos personajes y esa idea de la justificación del crimen, tan de Tolstoi en «Crimen y castigo» que ha plasmado de forma magnífica Woody Allen desde su ejemplar «Delitos y faltas» y luego autoplagiada, con mejor o peor resultado, en productos como «Match point», «El sueño de Cassandra» o «Irrational man». Además se acrecenta la rivalidad entre las dos mujeres: Georgina e Irina que buscan convertirse en la «hembra alfa» de la «manada Cleos».
Julia Stiles sigue funcionando como la viuda Cleos pero ahora comparte el protagonismo con una Lena Olin, cuyo mejor momento pasó, como en el caso de Neil Jordan, hace décadas pero que ha ganado prestancia como actriz y es la réplica perfecta como villana empática. Tras la pérdida del rol de Iwan Rheon, los hijos han perdido peso, sobre todo Christos en favor de su hermana pequeña, un personaje bastante antipático.
No encontramos más recorrido en una serie que si bien no pasará a la historia, sí se convierte en un entretenimiento lígero, de buen presupuesto y con el nombre de un director que puede presumir de títulos tan importantes como «Mona Lisa», «En compañía de lobos», «Entrevista con el vampiro» o «Michael Collins». Sólo por eso merece la pena su visionado.
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