El polaco Andrzej Żuławski tuvo ciertas obsesiones en común con su compatriota Polanski aunque nunca gozó de la fama de éste. La opresión social y la física de los apartamentos son un elemento común a ambos directores, si bien el cine de Żuławski es mucho más complejo de etiquetar. Tras rodar en su Polonia natal ‘La tercera parte de la noche’ y ‘El Diablo’, Andrzej Zulawski dirigió en 1975 su primera película francesa, ‘Lo importante es amar’, con Romy Schneider. Sin embargo, fue gracias a La posesión cuando se confirmó como uno de los directores más arriesgados de la época.
La posesión es un singular film de ciencia ficción o, más bien, una radiografía mutante de la destrucción de un matrimonio. La posesión es una joya insana que probablemente no te gustará. Es la radiografía de un matrimonio en descomposición más que un film de terror. Lo que empieza como el drama de un matrimonio con problemas acaba convertido en una orgía de sangre y vísceras. La presencia del muro de Berlín, los increíbles cambios de guión y la aparición de personajes de lo más extravagantes confieren a La posesión un aura de irrealidad que cada vez se torna más bizarra. Como en todo matrimonio que se va a pique, hay reproches, daños colaterales y una búsqueda de culpables. En este caso parece claro que el personaje de Isabelle Adjani ha buscado fuera del matrimonio lo que no encontraba dentro. Lo que nadie puede imaginar es la naturaleza de lo que acaba encontrando. Pero no toda la culpa es suya, las prolongadas ausencias del marido la han empujado a buscar otras compañías.
Otro elemento perturbador del film es el hecho de que Adjani interprete un doble papel. Como ya hiciera Hitchcock en Vértigo o haría posteriormente David Lynch en Carretera perdida, la actriz principal interpreta dos personajes totalmente opuestos, esta vez sin ningún sentido aparente. La joven profesora es confundida por el marido con su propia esposa, un hecho que parece no aportar nada a la trama hasta al final del film en el que otro personaje aparece desdoblado. Al espectador le invade pronto la sensación de que no entiende lo que está viendo. No entiende las motivaciones de los personajes pero esa incapacidad de entender al otro y de ponerse en su lugar es lo que finalmente acaba con toda relación. Es la falta de empatía lo que acaba separando a los personajes. Desde luego, la pareja de La posesión está pasando por un infierno, pero el elemento desestabilizador es la incomprensión y la falta de comunicación. Puede que estemos ante un film fantástico o de terror pero acierta de pleno en su retrato de un matrimonio en descomposición. Por algo los cuentos de hadas se terminan el día de la boda. A nadie le interesa la evolución de las parejas.
Isabelle Adjani sustenta sobre sus hermosos ojos el peso del film. Adjani no es solamente una de las mujeres más bellas que nunca se han puesto delante de una cámara sino también una de las actrices más entregadas. Su escena en el metro (ver arriba) es tan asombrosa como desconcertante, y sin ningún efecto especial. Solamente una actriz al límite de sus posibilidades. Adjani ganó en Cannes y el César a mejor actriz. A su lado, el trabajo de Sam Neill (que tampoco ha sido nunca un actor de mi devoción) resulta bastante deslucido. El espectador solamente puede asistir atónito a una sucesión de escenas cada vez más bizarras que desembocan en algo totalmente inesperado. Ya para acabar, debo destacar el gran trabajo del mago de los efectos especiales Carlo Rambaldi aunque no puedo deciros en qué consiste.
No te pierdas La posesión, quizás no te guste o no acabes de entenderla (ni falta que hace) pero no la olvidarás.
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