Casi se ha convertido en norma que cada vez que alguna leyenda del rock and roll decide seguir en la carretera se levanta el murmullo necesario sobre su estado de forma o la legitimidad del nombre que defiende sobre el escenario. Es lógico que a todos nos gustaría disfrutar de esas formaciones clásicas que grabaron discos inolvidables e irreemplazables, pero cuando hablamos de cuarenta o cincuenta años de carrera, hay que ser conscientes de la dificultad. En ese debate se puede encuadrar esta gira cincuenta aniversario de Jethro Tull (ya 51 años como se encargó de recordarnos el propio Anderson) que pasaba por el Tío Pepe Festival en Jerez de la Frontera. Un evento que evidentemente no es un festival de rock al uso. La idea de desechar el formato de concentrar conciertos en un solo día para espaciarlos en diferentes fechas buscando una eclecticidad que pueda abarcar el mayor número de asistentes posibles pero bien separados y diferenciados. Dentro del fabuloso marco de las bodegas Gonzalez Byass, el Tío Pepe Festival presenta una propuesta en la que mezcla tanto la posibilidad de disfrutar de la música como de la gastronomía a cargo de diferentes Chefs con Estrella Michelín. Y por supuesto como referencia constante el fabuloso vino que produce esta prestigiosa bodega.
Llegando a la puerta de las bodegas donde se debía celebrar el concierto, a pesar de ser temprano ya se podía notar la afluencia de fans de la banda de Anderson. Una media de edad bastante alta acorde quizás a los años de mayor gloria compositiva de Jethro Tull. Imagino (por no asegurar) que a pesar de ser una reconocida leyenda del rock, Jethro Tull no poseen ese tirón mediático de cara al no iniciado en esta música nuestra evita el incesante aleteo del que busca la foto en el sitio de moda o candente del momento. Camisetas de la banda protagonista o de otras coetáneas de generación. Gente cargada con vinilos. Expectación entre ese tipo de fans tan peculiar que a veces reune el prog rock (vale, quizás calificar a Jethro Tull como prog rock no sea estrictamente necesario pero tampoco va muy desencaminado). Diferentes accesos al concierto, según el tipo de entrada, que evitan aglomeraciones. Si algo destaca en el Tío Pepe Festival es el nivel organizativo, no dejando ningún detalle suelto e intentando facilitar y agradar el máximo la estancia de los asistentes. O al menos así lo he vivido yo los dos años que he podido asistir, ya sabéis que luego cada uno tiene su propia historia que contar.
Tras tomar unas cervezas en el patio habilitado antes del recinto donde se celebran los conciertos, por fin accedíamos a nuestros asientos. Si, reconozco que se me hace muy extraño permanecer sentado en un concierto de rock, pero era lo que tocaba. El estado de Ian Anderson era una de mis dudas. Ya sabemos que en otras giras ha tenido apoyo vocal. Son 72 años los que atesora el vocalista y flautista. La verdad es que no anda mal pero a veces, bueno, a veces se quedaba demasiado corto. Es cierto que centra en su persona el ser el único miembro original de la banda, pero se ha rodeado de una banda solvente que junto a unas canciones imbatibles para combatir cualquier rasgo de añoranza por poder disfrutar sobre el escenario de Martin Barre o el fallecido Glenn Cornick. (Aprovecho para recordar que mi adorado Tony Iommi también estuvo un «rato» en Jethro Tull). En este tour de celebración de vida y rock and roll son David Goodier al bajo, John Ohara en los teclados, Florian Opahle guitarrista y Scott Hammond a los parches. Algo que me llamó la atención es que Anderson, por cierto con camiseta y pantalón de andar por casa, cuidando poco esa imagen sobre el escenario que si que suele hacer en otras ciudades, estaba llamado a ser protagonista absoluto y centro de todas las miradas no dudaba en ceder protagonismo escénico (que el musical ya les venía dado por las canciones) a sus compañeros de banda. Es cierto que posiblemente podríamos decir que el show se basó más en la música que en el componente escénico que acompaña a Jethro Tull y que las canciones es lo importante, pero bueno, lo segundo también forma parte de la leyenda del grupo.
Lleno el auditorio, pudimos disfrutar de canciones que conocemos de memoria la mayoría de los que nos dimos cita anoche en las bodegas González Byass. Anderson se encuentra en un estado bueno de voz y sobre el escenario sigue siendo un animal, regalándonos sus conocidas y famosas poses además de su habitual recital de flauta. Sonaron para gozo del público canciones como «For a thousand mothers» con la que abrían de manera sobresaliente el concierto o la no menos estupendas «A song for Jeffrey» o «Beggars farm». Un Anderson muy comunicativo fue recordando momentos de su carrera. Nos contó cuando tocaba blues en el viejo Marquee londinense antes de introducirnos en un fantástico «Someday the sun won’t shine for you». Momento simpático recordando a su batería Clive Bunker del que nos contó lo gran (e incansable) batería que era para dedicarle el siguiente tema, recordándonos antes que el bueno de Clive sigue vivo o por supuesto el homenaje a según Anderson el mejor compositor habido y por haber J.S. Bach interpretando su «Bourree in E minor» que bueno, alguna pega se le podría poner en su interpretación. De ahí a un potente «My god» en cuyo final intercalaron parte de «Thick as a brick» antes de un descanso de veinte minutos. La primera parte del partido fue un poco de tanteo, y aunque el sonido era muy bueno, lo cierto es que a veces la banda -Anderson incluido- parecía estar tomándose el partido como un amistoso -por continuar con el simil futbolero-.
Regreso al escenario y ahora si, en el segundo tiempo fueron a por todas, tirando de un repertorio abrumador y aumentando en potencia en el que sonaron clásicos como «Too old to rock and roll, too young to die», «Heavy horses» en la que Anderson bromeó diciendo que cuando salió el disco le decían que era un disco de folk rock mientras él pensaba que contenía alguno de los riffs más heavys de Jethro Tull, Y hablando de riffs, delirio con «Aqualung» y la banda tronando. Pero antes pudimos disfrutar de «Pastime with good company» y «Farm on the freeway», escuchar recuerdos de su Escocia natal… Por supuesto, no faltó «Locomotive breath» para finalizar.
Se me hizo corto el concierto de Jethro Tull, lo reconozco. Me sorprendió las facultades vocales de Anderson, para bien, y por supuesto la gran banda que lleva. También el repertorio a pesar de dejar fuera una de mis canciones preferidas de la discografía del grupo, «Budapest», y eso que había leído que la estaban tocando. En definitiva una buena noche para disfrutar con un icono del rock y salir satisfecho, más de la segunda parte del concierto que de la primera, donde podemos lanzar alguna que otra duda al viento. Dejo de lado todas las consideraciones que podamos hacer cerveza en mano sobre gustos y preferencias personales, que es donde se habla mejor.
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