El cine de «supervivencia» en entornos hostiles suele funcionar bien tanto en la grande como en la pequeña pantalla, con una o varias personas implicadas en ambientes bélicos hostiles, como Stallone y su «Acorralado», islas desiertas como en la serie «Perdidos» o el «Naúfrago» de Zemeckis, en medio del océano como en el «Naúfragos» de Hitchcock u «Open water», en el bosque o la selva como en «El renacido» de González Iñárritu, con intérpretes no humanos o tiempos prehistóricos como en «El oso» o «En busca del fuego», ambas de Annaud o, incluso, en un ataud como en «Enterrado» de Rodrigo Cortés, otros planetas como en «Marte» de Ridley Scott o en medio del espacio como en «Gravity» de Cuarón, por citar solo unos pocos ejemplos.
«Ártico» sigue esa línea para narrarnos la lucha por la supervivencia de un piloto aislado en un paisaje nevado, tras un accidente de su avión. Interesante que el arranque no sea con la colisión sino que comienza con este hombre ya adaptado al medio e intentando no perecer mientras consigue ayuda. En este desierto helado ha conseguido refugio seguro entre los restos de su aeroplano, luchando contra el frío, buscando comida, evitando a los osos polares y enviando señales de socorro. Cuando parece que todo va a acabar, al llegar un helicóptero, éste cae abatido por una tormenta, logrando sobrevivir pero muy malherida una de las tripulantes. El rescatado tendrá que ingeniárselas para conseguir salvar a ambos al encontrar un mapa con una zona de seguridad. Como se puede observar, nada nuevo hay en la historia pero hay que reconocer que el guion es más interesante por cómo se cuenta que por lo que se cuenta, ya que las soluciones son arriesgadas e imaginativas. El ritmo, a pesar de algunas inconsistencias, es sublime y no decae en ningún momento, ofreciéndonos una visión cruda y lo más realista posible de esa lucha en un paraje donde la temperatura pueda bajar hasta setenta grados bajo cero, con momentos álgidos como la escapada ante el oso polar, el accidente del helicóptero o el final (que no vamos a desvelar), además rodado con planos acertados y originales. En eso, el debutante Joe Penna se revela como un buen narrador visual y un nombre a seguir en el futuro, pues con imaginación y una correcta puesta en escena salva el no poder incluir algunas secuencias, por falta de presupuesto seguramente. La pena es que todas esas escenas bien tratadas no tengan la continuidad deseada, con algún bache o altibajo en los casi noventa minutos de metraje. Aun así, es un trabajo más que digno, y sobre todo en una primera obra.
Entre lo más suicida de la idea, se encuentra la falta de diálogo, ya que al ser un solo personaje sus responsables han decidido que la acción se suceda por lo que hace y no por lo que dice, lejos de Tom Hanks en «Naúfrago» donde utilizaba de secundario una pelota para poder comenzar un diálogo- monólogo. Aquí también hay un cuerpo inanimado, pues la mujer herida se encuentra casi todo el tiempo inconsciente pero con esa idea de ofrecer una experiencia cruda, no tenemos reflexiones profundas ni pensamientos en voz alta, salvo alguna disculpa por alguna duda reprobable pero entendible. Para ello, se necesita un actor que consiga esa intensidad sin palabras y la apuesta por Mads Mikkelsen no puede ser más acertada, pues el danés está excelso, a la altura de sus mejores papeles como en «Hannibal» o en «La caza» de Vintenberg. Su sola presencia llena la pantalla y nos hace emocionarnos o sufrir con la peripecia de este aviador del que no sabemos nada; ni como ha llegado ahí, de donde viene y si tiene familia o no (entendemos esto último). Una opción en la cartelera en las antípodas de la climatología actual en este final de primavera, con tanto calor en contraposición del frío ártico. Y además bien fotografiado por el islandés Tómas Örn Tómasson.
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