Vengo de Lisboa y he vuelto a creer en la política. En la de verdad. Porque la he visto. Me ha resultado romántica. Un 25 de abril, y por un cúmulo de circunstancias casuales, el pueblo se unió contra el dictador Salazar. Y en una total paz, se le invitó a que abandonara el país, sin usar la fuerza. Cosa que él agradeció.
Esta es la seña de identidad del pueblo portugués. La base de su comportamiento. Más británico que latino. Un pueblo que quiere a su presidente, cuyo corazón como dicen ellos tiene el tamaño del mundo. Una tierra con bonitos parajes donde perderse, historia pasada conviviendo con la presente sin remordimientos de ninguna clase. Mar, montaña, excelente cocina y mucha música…
No sé cuánto durará este romántico mandato en nuestro país vecino. Porque vi anuncios de la derecha diciendo que el 25 de abril es un acto de la izquierda. Un aspecto falso que prueba la acción de las fuerzas que quieren dividir el país, puesto que la revolución de los claveles es el día de todos los portugueses.
Con una mentalidad mucho más avanzada que la nuestra, de la que todos tenemos mucho que aprender, nuestros silenciosos coetáneos se abren al mundo con su propia historia. Espero que el espíritu de abril no sea algo efímero en el tiempo, y los jóvenes sepan coger el testigo de sus mayores. Se podría decir que así serían imparables. Pero Portugal no va a ningún sitio, solo crece y crece, porque aquel 25 de abril llegó a su destino.
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