Rescatamos hoy uno de esos libros publicados hace más de 15 años, pero que merecen por su calidad, por su temática, por su análisis y por la escrupulosa investigación llevada a cabo para su redacción, que le hagamos un hueco en esta modesta, pero dedicada librería virtual. Si añadimos un interés cinéfilo por la revolución cultural producida a finales de los años 60 que se reflejó inequívocamente en los grandes protagonistas del Hollywood de la década los 70, no tendrás más remedio que hacerte con un ejemplar y devorarlo porque, entre otras cosas, la prosa de Biskind y la forma de contarlo lo hace adictivo. 

Partimos de un Hollywood donde películas como “Sonrisas y lágrimas” o “Mary Poppins” eran los últimos grandes éxitos, donde el viejo estilo de los estudios clásicos no dejaba libertad a las nuevas generaciones de cineastas surgidos de las escuelas de arte y cine, influenciados por el cine de autor tan de boga en Europa, donde la Nouvelle Vaugue o maestros de la talla de Ingmar Bergmar, Federico Fellini o Luis Buñuel eran el punto de mira al que seguir los pasos. En esa segunda mitad de los 60 en Estados Unidos se produjeron muchos sucesos que marcaron a una generación: la guerra de Vietnam, el asesinato de Martin Luther King, la revolución cultural liderada por el movimiento hippie, los Pantera Negras, el consumo a todos los niveles de marihuana o LSD o el quebrantamiento de la vida normal que supuso para todo el país los asesinatos del clan Manson. 

Trasladado al mundo del cine Biskind nos cuenta el empecinamiento de Warren Beatty por cambiar el sistema tradicional de los estudios en Hollywood con películas como “Bonnie & Clyde”, donde los malos se rodean de un halo romántico, incluso heróico, pero que representa un triunfo del autor sobre el estudio. En el grado más extremo apareció el enorme triunfo de “Easy Rider” de Dennis Hopper, en un viaje a las tripas de la América profunda a lomos de dos motos cargadas de droga y mucho rock and roll. 

Ambas propuestas supusieron el espaldarazo que los nuevos directores necesitaban para dar la vuelta a la tortilla y recibir la atención y la libertad que necesitaban para expandir su talento en el mundo del celuloide. Directores de la talla de Francis Ford Coppola, Martin Scorsese, Hal Ashby, William Friedkin, Steven Spielberg, Bob Rafelson, George Lucas, Terrence Malick, Michael Cimino o Brian De Palma; actores del nivel de Robert De Niro, Harvey Keitel, Bruce Dern, Dennis Hopper, Warren Beatty, Julie Christie, Faye Dunaway, Peter Fonda, Jack Nicholson o Jodie Foster; guionistas arriesgados y talentosos como Robert Towne, Paul Schrader, John Milius o Leonard Schrader…; Todos ellos fueron los culpables de desatar la megalomanía de un Nuevo Hollywood que fue devorado por su mismo éxito y su propio ego desmedido. 

Nos habla del resurgir de Robert Altman, un adulto pasado de alcohol y drogas, enfrentado a las estrellas y productores controladores, del triunfo del nuevo cine con “La última película” de Peter Bogdanovich o “Mi vida es mi vida” de Bob Rafelson, de “El último deber” de Hal Ashby, considerado el mejor montador de toda la industria, o “El exorcista” de William Friedkin que llevo al cine de terror a las grandes masas. Descubrimos como F. F. Coppola salvaba su carrera y se convertía en el director estrella con “El Padrino”; de cómo Robert Evans rescataba Paramount Pictures entre litros de alcohol y kilos de cocaína; de cómo Roman Polanski crispaba a todo el mundo (el guionista R. Towne, la actriz F. Dunaway…) en el rodaje de Chinatown; de cómo Martin Scorsese, agobiado por sus inseguridades y tabúes, demostraba con “Malas calles” que había un genio en ciernes; o nos mostraba al vacilante George Lucas, siempre a la sombra de Coppola, mostrando su voluntad de autoría con “American Graffitti”.

 

 

Hay multitud de títulos, nombres, anécdotas y detalles contados por los propios protagonistas, entrevistados al efecto por el autor del libro, que cuentan de primera mano cómo fueron aquellos años en que Hollywood cambió a favor del arte cinematográfico, aunque solo fuera momentáneamente, porque las modas pasan y el género necesita retroalimentarse y fueron ellos mismos los que acabaron con el sueño que anhelaban. Los directores, considerados autores y al mando de todo, perdieron el control, y fracasos como “Días del cielo” de Terrence Malick, “Taxi Driver” o “New York, New York” de Scorsese, “Carga maldita” de W. Friedkin o el exceso y la locura que rodeó “Apocalypse now”, junto a los tremendos éxitos que supusieron “Tiburón” de Steven Spielberg o “La guerra de las galaxias” de George Lucas, que introdujeron una nueva visión mercantilista del cine a base de sagas, mercadotecnia, publicidad y todo tipo de extras, terminó por hundir el pequeño momento de gloria que el cine vivió durante un puñado de años.

La adicción drogadicta en grado extremo que supuso “Toro salvaje” para M. Scorsese, el descalabro monumental de “La puerta del cielo” de M. Cimino, la enésima quiebra de Zoetrope de Coppola tras el desmembramiento por crítica y público de “Corazonada” y la apuesta definitiva de la industria por las sagas de Star Wars, Indiana Jones y un tipo de cine donde productores como Andrew Vajda, Mario Kassar, Jerry Bruckheimer y películas de acción para pasar el rato y olvidarse de todo, con el único objetivo de amasar dinero y llenar las salas de producciones de consumo rápido, terminaron por destruir el equilibrio ideal que hubiera supuesto el punto intermedio.

Es realmente triste ver cómo, en los últimos 20 años, directores de la talla de Coppola, Cimino, Friedkin, Penn o De Palma venden su talento a los estudios para producciones, en su mayoría mediocres, que no les permiten volver a regalarnos otra “Apocalypse now”, “El cazador”, “The French Connection” o “Bonnie & Clyde”.

Peter Biskind tiene una amplia experiencia como periodista y articulista en medios estadounidenses tan importantes como American Film, The New York Times, The Washington Post o Vanity Fair, y su estilo tan pormenorizado como detallista, repleto de citas de los protagonistas, nos lleva a pasar las páginas entre las trifulcas de Warren Beatty para sacar adelante sus proyectos, las críticas sectarias de Pauline Kael en The New Yorker, las fiestas desparramadas en la pequeña Babilonia en que se convirtió la casa de Margot Kidder en Nicholas Beach, la irrupción triunfante de la cocaína en el mundo hollywoodiense y el quebrantamiento de la realidad por culpa de los excesos desmedidos haciendo añicos una posible realidad que quizás, nos hubiera regalado otro Akira Kurosawa más en lugar de un Michael Bay.

 

 

by: Eduardo Garrido

by: Eduardo Garrido

Roquero, cinéfilo, lector empedernido que estudió Derecho para trabajar en una biblioteca y disponer de pelis, discos y libros a mano

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