El Rayo Vallecano representa a la perfección el orgullo de un barrio. Un club modesto que ha paseado el nombre de Vallecas por toda España, con sus ascensos, descensos, caídas a Segunda B y celebradas campañas en primera. Pero hubo una especial, que hoy queremos recordar. Fue en la 2000-2001, tras una exitosa temporada anterior donde, de la mano de Juande Ramos, se había conseguido una magnífica 9ª posición, hasta entonces la mejor conseguida nunca, donde durante cuatro jornadas llegaron a ser líderes (todavía recordamos como se perdió esa primera posición perdiendo en Vallecas por 2-3 contra el Real Madrid al que se le ganaba 2-0 al descanso). Por esos avatares de la vida, La Uefa premiaba el juego limpio y tres paises se beneficiaban de una plaza para jugar la competición por su bajo número de tarjetas. El sorteo deparaba que los tres conjuntos serían el Norrköping sueco, el Lierse belga y el «Rayito» por España. Todo un premio a tan sensacional año.
Gracias a esos caprichos del destino se podría cumplir el sueño del eterno capitán Jesús Diego Cota de jugar con el Rayo por el «viejo continente». Y más, teniendo en cuenta que en ese 2000-2001 sufriría una grave lesión que lo mantuvo inactivo buena parte de la temporada, retirándose en la siguiente.
Por llegar con esa invitación se tenía que jugar una ronda previa y el cuadro franquirrojo empezaba su andadura en Andorra contra el Contel.lacio Esportiva. En el Comunal andorrano se desplazaron unos cuatrocientos rayistas que, más o menos, supusieron la mitad del público presente. Lo que empezaba como un trámite se convertía en un hecho histórico, pues el Rayo conseguía la mayor goleada en la historia de la Uefa tras ganar por 0-10, en un partido brillante que dominaba al descanso por 0-6. Los anotadores fueron Bolic en cuatro ocasiones, Bolo en dos, como Michel y Luis Cembranos y Pablo Sanz. En aquella plantilla destacaban los guardametas, el internacional estadounidense Keller y el ex- internacional español Julen Lopetegui, actual seleccionador, la pareja atacante Bolo- Bolic, un medio campo con Poschner, Luis Cembranos de estrella y la excepcional pierna izquierda de Michel, hoy entrenador del primer equipo y una defensa férrea con De Quintana, Quevedo o el duro central Ballesteros. Tras pasar a la historia con semejante goleada llegaba el primer partido en casa y a pesar de estar la eliminatoria resuelta, buena parte de la hinchada se dejaba ver por el Nuevo Estadio de Vallecas donde el Rayo volvía a ganar por 6-0, con tantos de Luis Cembranos, Bolo en dos ocasiones, Pablo Sanz, Michel y Bolic, en lo que supuso en último partido europeo del capitán Cota y la presentación de la camiseta como internacional de Luis Cembranos, único que lo ha conseguido jugando con los de «la franja» y actual técnico del filial. la competición todavía se jugaba con el formato de eliminatoria directa a doble partido, emparejando a los madrileños con el Molde noruego, entonces dominador de su liga y que en la temporada anterior había eliminado en la previa de Champions al mejor Mallorca de su historia.
Equipo por lo tanto peligroso. La ida en escandinavia fue de claro dominio visitante y más tras el tanto de Bolo a los quince minutos. El Rayo las tuvo «de todos los colores» pero falló la definición y los nórdicos asustaron con alguna acción al final bien defendida por Lopetegui, pero el 0-1 dejaba encarrilado, aunque no sentenciado, el pase. En Vallecas se pudo golear pero se perdieron en innecesarios regates, pases de tacón y otras frivolidades. El único tanto local llegó tras un penalti trasformado por Michel, aunque los noruegos llevaron «el susto en el cuerpo» con un gol a falta de un cuarto de hora. Al final se mantuvo el 1-1 y con ello la clasificación, donde esperaba el Viborg danés, donde como sucedió con el Molde el rayo se complicó más de la cuenta, con una ida en Vallecas donde Bolic marcaba antes del minuto 20 y donde con el paso de los minutos se volvieron más conservadores ante un equipo encerrado atrás. Para colmo Michel fallaba un penalti que podía haber dejado la eliminatoria en franquicia. Así que con 1-0 viajaban a la tierra de Kierkegaard donde la fortuna estuvo del lado hispano, ya que tras el 1-0 los daneses tuvieron ocasiones muy claras para haber «desnivelado la balanza» pero gracias a un rebote, Michel empataba y parecía sellar el pase pero el miedo volvió a cinco minutos para el final con otro tanto del Viborg. Al final, con suerte, el 2-1 servía para la clasificación por el valor doble de los goles fuera de casa. Y de nuevo, en dieciseisavos de final llegaba otro viaje a tierras heladas, como era ante el histórico Lokomotiv de Moscú, donde los rusos partían como favoritos. Aún así, El Rayo conseguía contener al Lokomotiv y a los quince grados bajo cero con los que se jugó en el Dinamo Stadium, por lo que el inicial 0-0 dejaba todo abierto para la vuelta donde el Rayo seguía haciendo historia, aguantando en una primera mitad donde los moscovitas pudieron haber marcado varios goles con paradas salvadoras de Keller y algún disparo al poste. Dominaban los eslavos hasta mediada la segunda parte cuando Michel daba un gran pase a Bolic y el ariete balcánico llevaba el delirio a las gradas, que se certificó un par de minutos después con un error defensivo ruso que Bolic entregaba a Alcázar para hacer el segundo. 2-0 y el Rayo a octavos. El rival a batir era el Girondins de Burdeos, líder de la liga gala y que presentaba una delantera terrible con Pauleta y Dugarry. El partido empezó franco para los franceses que marcaban al inicio por medio de Laslandes. Aún así el Rayo empataba en la primera mitad por medio de De Quintana tras asistencia de Bolo, pero poco más hizó el Rayo, en un partido aburrido y con pocas ocasiones donde daba la impresión de que si marcaba alguien sería el Girondins, con dos palos antes del minuto 73 donde una galopada desde medio campo de Poschner acababa con un pase a Bolic que el bosnio no desaprovechó anotando el 2-1.
Los rayistas empezaron a creérselo y dos minutos después un disparo desde lejos de Quevedo se envenenaba tras tocar en un defensa llevando el éxtasis al campo, que llegó al «sumum» en el 90 tras la falta de Michel que servía para el definitivo 4-1, en un partido donde ninguna televisión tuvo a bien emitir y que solo disfrutaron, disfrutamos, los presentes aquel 15 de febrero en el estadio de la Avenida de la Albufera. La vuelta en el Chablan- Delmas fue una apoteosis pues el Rayo no tuvo demasiados problemas y más a partir del minuto 20 cuando el arbitró pito un penalti cometido un metro fuera del área, con expulsión para el guardameta francés. El tanto de Luis Cembranos llevaba la tranquilidad, ni siquiera interrumpida con el autogol de Mingo poco después, ya que iniciada la segunda parte, Bolo sellaba el pase. Unos cuartos de final, donde los franjirrojos se enfrentaban al Deportivo Alavés, otro modesto que ese año vivió su momento de gloria con la histórica final de Dortmund que perdieron por 5-4 contra el Liverpool y que la temporada pasada reverdecieron con su final de Copa del pasado año contra el Barcelona. El caso es que los Javi Moreno, Contra, Herrera o Jordi Cruyff fueron mucho mejores en Mendizorroza, marcando Azkoitia antes del descanso. La lesión de Mingo trastocó el sistema al ser el tercer cambio y así en los últimos diez minutos llegaron dos goles más de Eggen y Vucko. El 3-0 era demasiado castigo y levantarlo se hacía casi impensable. Y más cuando Jordi Cruyff hacía el 0-1 antes del primer cuarto de hora. Ni siquiera los tantos de Quevedo antes del descanso y de Luis Cembranos de penalti darían un poco de emoción pero despedían de forma digna una competición donde los rayistas soñaron como no había sucedido nunca. Con los años, y ya con Paco Jémez, se consiguió acabar octavo y por la sanción al Málaga volvía otra vez la posibilidad de jugar en Europa pero una sanción por encontrarse en la fase final de la Ley Concursal daba al traste el sueño, prohibiendo al Rayo Vallecano inscribirse, dejando la plaza al Sevilla, a la postre campeón ese año tras ganar por penaltis al Bénfica. Curioso cuanto menos.
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