Voy a ser muy claro. Bernardo Bertolucci es uno de esos directores que me aburren mortalmente. Por mucho que buena parte de la crítica lo haya alabado durante las 5 últimas décadas, a mí me sigue pareciendo un director presuntuoso y aburrido como pocos. Puede que su cine tuviera su momento de gloria entre los intelectuales en los convulsos años setenta pero, visto desde la perspectiva que da el tiempo, hoy resulta aburrido y vacío.
Valga como ejemplo el film que hoy nos ocupa, El cielo protector. El film adapta la novela de Paul Bowles publicada en 1949. El problema de esta película no es la historia sino el ritmo excesivamente lento que le imprime el director, su tendencia a alargar escenas que no aportan nada, así como su maldita manía de no desarrollar los personajes. En 133 minutos da tiempo para mucho, pero Bertolucci parece sólo interesado en recrearse la bella fotografía del maestro Vittorio Storaro y en la romántica música de Ryuichi Sakamoto. Ambas son excelentes (lo mejor del film con muchísima diferencia) pero no consiguen evitar el desastre.
Bertolucci se muestra una vez más incapaz de hacer atractiva su narración, su film avanza muy lentamente y el viaje interior que se supone que vive la sofisticada pareja protagonista se nos antoja un tedioso viaje hacia la nada. Bertolucci también se perdió en las dunas del Sáhara y no supo conducir su película hacia ningún oasis para el espectador. No se profundiza en la relación de la pareja protagonista ni en su pasado ni en cómo ha llegado su relación a estar tan deteriorada. Al menos, el peculiar triángulo amoroso con su compañero de viaje sí me parece que está bien desarrollado aunque lamentablemente no ocupa muchos minutos de pantalla.
El buen hacer de la pareja formada por John Malckovich y Debra Winger no es suficiente para que sintamos la más mínima empatía por esta pareja de acaudalados norteamericanos que viajan por el norte de África sin nada planeado. Son una pareja de snobs que nunca acaban de caer bien al espectador debido al muro infranqueable que Bertolucci impone a sus películas, nunca uno acaba de entender realmente sus motivaciones. Puede que su vida aburguesada en Nueva York les haga buscar emociones viajando a otros países que piensen que un nuevo aire pueda salvar su relación. En mi opinión, el viaje interior no está bien reflejado, más bien se podría decir que hasta casi el final no hay ni rastro de la supuesta evolución interior inherente a todo viaje. La relación de pareja no evoluciona, aunque ambos hagan cosas a escondidas del otro, nada parece perturbar su cordial convivencia. Sí se evidencia el rol dominante del marido (Malckovich) y la dependencia de su esposa (Winger), pero no hay una gran evolución. Cuando la enfermedad hace aparición y la cosa se complica, es cuando la esposa se encontrará totalmente desamparada en un entorno hostil y subdesarrollado, el viaje de placer se convierte en tragedia. Será ella la que decida dejarse llevar por ese cielo protector del título hacia donde éste decida dejarle. Atrás quedará el pasado de lujo y la seguridad de la vida moderna en el primer mundo. Es entonces cuando el film gana algo de interés, pero la pesada narrativa de Bertolucci se convierte en una pesada losa que hunde irremediablemente el conjunto.
Por una vez, Bertolucci se muestra bastante comedido en cuanto a las escenas de sexo. Que las hay, por si tenéis algún interés en ello, pero sin llegar al nivel de El último tango en París o Soñadores. Ni por ésas consiguió plasmar el mundo interior de los personajes. Así también lo debió entender Paul Bowles, a quien tampoco le gustó el resultado final a pesar de haber participado en el film como actor (aparece en el film como el señor mayor en la taberna y hace las veces de narrador). La complejidad psicológica de su novela está totalmente ausente en la película, quedando reducida a una sucesión de bonitas imágenes sin apenas trasfondo. A parte de la música y las hermosas imágenes del desierto, yo destacaría la escena de la desesperada búsqueda del hotel por las callejuelas. Es una escena que me gustó mucho por la fotografía y por el temor y desesperación que transmite. Es en esa escena cuando tanto la protagonista como el espectador nos damos cuenta de que se avecina una tragedia. Quizás abandonar la metrópoli en busca de aventuras no fuera una buena idea.
Lamentablemente, en su tramo final a Bertolucci parecen importarle un bledo los personajes y se dedica a mostrarnos sin cesar escenas de dunas y folclore de la zona durante interminables minutos. Todo muy bonito e interesante pero aporta más bien poco a la historia, a mí sólo logró irritarme y me dio la sensación de que el film se alargaba innecesariamente. Por momentos parece un documental poco afortunado sobre el norte de África.
Lo dicho, un film fallido y aburrido.
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