«Un mar de líos» fue la comedía donde por fin se juntaban una de las parejas mejor avenidas en el Hollywood de los ochenta como Kurt Russell y Goldie Hawn desde «Chicas en pie de guerra», que a pesar de seguir felizmente casados nunca volvieron a compartir cartel. A pesar de ello, la cinta no recaudó lo esperado, a pesar de que Hawn era una de las cotizadas como cómicas desde «La recluta Benjamín» Y Russell uno de los «tipos duros», que hacía un parón entre «Golpe en la pequeña China» y «Conexión Tequila». Dirigía Garry Marshall que en ese 1987 no podía imaginar que un par de años después llegase su estratósférico éxito con «Pretty woman».
La cinta era una de esas comedietas familiares sin demasiado recorrido donde una despótica millonaria contrataba a un carpintero para agrandar el vestidor de su yate, al que expulsaba sin pagar. Por esos avatares del destino, la rica mujer perdía la memoria al caerse por la borda, lo que aprovechaba el hombre para vengarse haciéndose pasar por su esposo y enseñarle una dura vida de trabajo doméstico que, sin embargo, acababa por curtir a la egocéntrica fémina. «Un mar de enredos» sigue esa línea, convirtiéndose en un «remake» de la película pero actualizando la historia, ya que en este caso nos cuenta el cambio de carácter de un «play boy» mexicano caprichoso y heredero de un imperio cementero que humilla a una viuda con tres hijos con varios trabajos, uno de ellos limpiar las alfombras de su lujoso yate. La pérdida de memoria tras una caída en su yate hará que la joven madre finja un matrimonio que hará que el insoportable hombre descubra un mundo donde el trabajo en una empresa de construcción y el cuidado de sus falsas hijas le acaben llenando más que su vida de excesos, lujuria descontrolada y falta de preocupaciones. Una fábula donde prima la bondad y el núcleo familiar por encima de todo, pero sin el talento de un Frank Capra, perfecto adalid del cine de sentimientos y que encarnaba los valores morales estadounidenses.
En este caso debuta en la dirección Rob Greenberg que se limita a una puesta en escena al servicio de sus dos estrellas protagonistas. No hay riesgo en su dirección ni en la elección de planos, limitándose a una estructura televisiva con multitud de primeros planos y a un guion donde destaquen sus dos intérpretes. Estos no son otros que Eugenio Derbez y Anna Faris. Derbez es toda una celebridad en Mexico y con este largometraje intenta el triunfo entre la comunidad latina en Estados Unidos y Faris es una especialista en la comedia, aunque no nos seduzca demasiado en su trayectoria y su forma de encarar los personajes. Les acompañan entre los secundarios una hierática Eva Longoria y un desaprovechado John Hannah. Entre todos intentan salvar una hora y cincuenta minutos que transitan entre la mediocridad, sin nada destacable pero tampoco errores de bulto, en buena medida por el guion, obra del propio Greenberg, junto con Bob Fisher, donde el cambio de idioma, ya que la familia mexicana hablan entre ellos en español y las bromas con las telenovelas, el fútbol o el fútbol americano crean un choque de culturas que si bien no crea carcajadas, por lo menos es divertido. Y eso es de agradecer, pues como resultado final, no siendo «Un mar de enredos» un producto que merezca el aprobado tampoco es un bodrio insalvable, y que a buen seguro puede entretener a un público no demasiado exigente o salvar una tarde donde cualquier persona no tenga ganas de ver films que exijan demasiado.
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