Interesante miniserie la que ha creado, entre otros, Ryan Murphy, al que hay que agradecerle «American Horror Story», que aunque hay que reconocer que tiene un desarrollo irregular (en unas temporadas más que en otras) tiene ideas y momentos que han sorprendido a una buena cantidad de espectadores. Otro punto a su favor ha sido volver a situar en el «candelero» a Jessica Lange, otrora sex- symbol a raiz del éxito del «King Kong» de John Guillermin y de su brillante actuación, junto a Jack Nicholson, en «El cartero siempre llama dos veces» de Bob Rafelson y que según fue envejeciendo fue perdiendo relevancia, sobre todo tras ganar su segundo Oscar en 1995 (el primero fue como secundaria por «Tootsie») por «Las cosas que nunca cambian», el testamento cinematográfico de uno de los grandes del «free cinema» británico como Tony Richardson. Desde entonces no le llegaron contratos importantes ni papeles relevantes, salvo alguna rara excepción como secundaria, por ejemplo en «Big fish» de Tim Burton. Así que nadie mejor para encarnar a una Joan Crawford en una situación similar a inicios de los sesenta.

Porque «Feud: Bette and Joan» nos narra la historia de rivalidad y celos de dos de las más grandes actrices que ha dado la época dorada de Hollywood, como son Joan Crawford y Bette Davis. Dos divas que lo habían sido todo en el cine y que en esos años su estrella había declinado por otras más jóvenes. Una cruel historia que se repite sin cesar y donde las actrices pierden sus roles protagonistas con el paso del tiempo mientras que sus colegas masculinos siguen generando atractivo para la taquilla. Y es que salvo honrosas excepciones como Meryl Streep, o en menor medida Susan Sarandon, todas esas intérpretes intentan seguir conservando su «sex appeal» todo el tiempo posible, mediante cirugía, «liftings» o lo que sea necesario para seguir resultando bellas  mientras que sus «partenaires» solo les vale con un pequeño retoque y la etiqueta de «actor de carácter» para seguir manteniendo sus «jugosos» contratos y su estatus en la industria. Divagaciones y extrapolaciones aparte de como funciona el público, eso es lo que cuenta la serie; dos mujeres dominadas por el alcohol, la amargura y la envidia que tienen su último momento de gloria, con una pequeña producción de terror como fue «¿Qué fue de Baby Jane?», que a pesar de su bajo presupuesto y ser rodada en blanco y negro tuvo una gran acogida tanto de crítica como económica. En sus ocho episodios vemos la evolución de los dos personajes principales, como son manejadas a su antojo por Jack Warner, el productor de otro mundo a punto de caer como es el de las películas dominadas por los grandes estudios, aunque como se contaba en el final de «El Gatopardo» todo ha cambiado para que no cambie nada. Y así desde las altas esferas se fuerza a una pelea constante entre ambas, cosa que observando sus caracteres, su inquina personal y su enorme egocentrismo no resultaba difícil y que encantaba a la audiencia de esos años, azuzada por una prensa amarillista, de la que otro mito, en el final de su carrera, de la «crónica cinematográfica» como Hedda Hooper es su principal valedor, obsesionada con el «chismorreo» y el rumor más que con la objetividad y el hecho (sigue valiendo la frase de Lampedusa).

Todo este mezquino mundo es contado sin demasiadas estridencias, dejando que la historia fluya y basado en el potente guion, que mezcla entrevistas posteriores a otras compañeras como Olivia de Havilland con la acción durante el rodaje, sazonada con elipsis y otras figuras visuales logradas y que consiguen que los ocho capítulos mantegan el nivel. Un acierto de puesta en escena y un tono que me temo que en buena medida se debe a Ryan Murphy, que además dirige varios episodios, junto a nombres destacados como el de alguien criado en la televisión como Gwynth Horder- Payton (que realizó unos cuantos de esa serie de culto como es «Hijos de la anarquía») o Helen Hunt, otro ejemplo de actriz con talento, Oscar por «Mejor imposible» y que desde inicio del presente milenio con «La maldición del escorpión de jade»  no remonta su trayectoria, aunque podría estar dentro del reparto, ya que calidad atesora. Y es que ese es otro de los «puntos fuertes» de «Feud», pues prácticamente todos están soberbios, encabezados por Jessica Lange y Susan Sarandon que ofrecen un duelo interpretativo magistral, casi insuperable. A ello se suman unos secundarios magistrales, como la Hedda Hooper de Judy Davis, la Olivia de Havilland de Catherine Zeta Jones, el Jack Warner de Stanley Tucci o el Robert Aldrich de Alfred Molina. Menos peso tiene Kathy Bates y aparecen divertidos cameos o personajes poco relevantes como el divertidísimo William Castle de John Waters o la Geraldine Page de Sarah Paulson, uno de los intérpretes fetiches de Murphy.

Sarcástica, irónica y con su punto de «mala uva» que demuestra que el cine muchas veces es solo fachada y falso glamour y que esa gente que admiramos y nos parece el modelo a seguir son más ignorantes, amargados, envidiosos y peores que cualquiera de nosotros, como vemos en un momento donde Robert Aldrich intenta zafarse de la tiranía del estudio aprovechando el éxito y quitarse el «sanbenito» de artesano y topa con un desatado Frank Sinatra en «Cuatro tíos de Texas» que le hace el rodaje imposible. Para él, por fortuna, llegó el poder resarcirse con otro título similar como «Canción de cuna para un cadáver» y sobre todo con «Doce del patíbulo», aunque nunca ganando un premio importante en EE.UU., como ha sucedido con la serie en los Globos de Oro, perdiendo sus cuatro nominaciones contra «Big little lies»

FEUD: BETTE Y JOAN

by: Jose Luis Diez

by: Jose Luis Diez

Cinéfilo y cinéfago, lector voraz, amante del rock y la ópera y ensayista y documentalista con escaso éxito que intenta exorcizar sus demonios interiores en su blog personal el curioso observador

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