Desde hace cincuenta años, el precioso London Coliseum es la sede de la English National Opera, la segunda compañía del «bel canto» londinense tras la de la Royal Opera con sede en Covent Garden. A pesar de las numerosas veces que he estado tentado de ver algún espectáculo en su precioso edificio nunca lo he hecho por un motivo claro: las óperas están cantadas en inglés, sea «La Traviata» o «El anillo del nibelungo», cosa que demuestra que el «chauvinismo» carece de fronteras. Así que en mis viajes a la capital británica o encontraba una obra en la lengua de Shakespeare o un ballet para poder asistir a una representación, cosa que ha sucedido con este programa doble, así que tras varios intentos por fin podía sentarme en este templo de la lírica, con su interior lujoso de estilo eduardiano, hiperrecargado. Un barroco exuberante tanto dentro como fuera con una enorme caja de escenario.
El encargado de dirigir la orquesta era su titular; Gavin Sutherland que con buen «tino» condujo a la English National Ballet Philarmonic en sus dos obras, un «aperitivo» de unos 25 minutos y el «plato fuerte» de hora y cuarto. Comenzaba la sesión con LE JEUNE HOMME ET LA MORTE, un ballet compuesto en los años 40 del siglo pasado, con libreto de Jean Cocteau y donde dominan los temas del periodo post Segunda Guerra Mundial; una pasión arrebatadora tan intensa que conduce a un hombre al suicidio, con una danza que a pesar de su modernidad destila aroma clásico, con dos personajes en lo que entendemos un eficaz ático parisino que se buscan y se separan finalizando con el joven ahorcándose y llegando la muerte para llevárselo. Los dos bailarines, tanto el mexicano Isaac Hernández como la británica, de ascendencia española Begoña Cao bordaron sus personajes demostrando el por qué son solistas en una compañía tan potente y donde el bohemio argumento es reforzado por la espléndida «Passacaglia y Fuga en Do menor» de Johan Sebastian Bach.
La segunda parte era un ballet clásico como LA SYLPHIDE, en dos actos. Una tragedia romántica de «amor fou» entre un joven a punto de casarse y la mágica criatura, con una bruja que hará todo lo posible por vengar una afrenta, consiguiendo que la ninfa muera mediante un engaño y que el hombre fallezca de amor mientras ve como su rival se casa con su prometida. La «quintaesencia» del ballet romántico del Siglo XIX, en una producción del Royal Danish Theatre, con música de Herman Severin Lovenskiold y coreografía de August Bournonville. Espectacular puesta en escena tanto en el castillo en Escocia del primer acto como del bosque de las «Highlands» del segundo y unos bailarines en «estado de gracia» con una Jurgita Dronina en el papel principal que se pasó más de tres cuartas partes de su actuación con la técnica «de puntas» con toda la espectacularidad de sus movimientos. También sorprendió la primera sílfide de Precious Adams, aunque todo el reparto convenció en los solos, duetos, «pais a trois» o las dieciocho bailarinas juntas con sus «tutús» blancos para una noche deliciosa, en un «templo» recomendable de visitar para cualquier aficionado y donde han dirigido personalidades del calado de Sir Charles Mackerras o Colin Davis.
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