Poco a poco, la gente iba resguardándose del frío en el interior del majestuoso Auditorio de Zaragoza, el cual abrió amablemente sus puertas antes de lo previsto. Estábamos a punto de asistir al concierto de uno de los mejores grupos de músicas del mundo que circulan por el globo. No es otro que Kroke, un trío proveniente de Polonia cuyo nombre significa Cracovia, formado por Tomasz Lato al contrabajo, Tomasz Kukurba en la voz y viola y Jerzy Bawoł con el acordeón, los cuales promocionaban su último disco Traveller y celebraban sus 25 años en el escenario.
Unos músicos que disfrutaron durante todo el espectáculo – se pudo ver a Tomasz Lato, sin perder la sonrisa en ningún momento – se movían al son de las notas que salían de sus instrumentos como transportados a otra dimensión en la que no estábamos nosotros. Un lugar en el que sólo la música y sus almas recorrían el espacio que compartíamos todos, con total libertad.
Una de las melodías más conocidas “Luz en la oscuridad (T-42)”, comenzó sonando con un interludio de flauta que jugaba con el silencio y los ecos de manera magistral. Una primera canción donde se pudo empezar a notar la infinidad de matices que estos músicos son capaces de crear con un solo instrumento. Unas improvisaciones que por momentos sonaban a puro Jazz mezclado con música clásica. Si algo se aprecia en este trío, es la naturalidad en sus interpretaciones. Carentes de formalismos, la música fluye libre y sola por el escenario invadiendo al público, que igualmente se traslada a otro lugar, donde los problemas cotidianos no entran.
A mitad de concierto, Jerzy Bawol, el acordeonista, hizo de maestro de ceremonias dedicando unas palabras en español con humildad, despertando así las simpatías del respetable. En una ocasión, improvisada, como es normal en ellos, Jerzy cogió el micrófono para pedir ayuda graciosamente y pronunciar el título de la siguiente canción, la que fue “Maleta llena de sonrisas”, del último disco.
Las canciones se iban sucediendo aumentando su complejidad y alcanzando un nivel de ejecución altísimo. Quizá el mismo camino que ellos mismos han recorrido, comenzando por el Klezmer judío y dejándose llevar sonora y espiritualmente hasta confluir en el Jazz y la música clásica. En este trayecto, la voz de Tomasz Kukurba, acompaña con sus portentosos y numerosos matices, que junto a los que salen de su viola, juegan, se persiguen y se funden en una misma melodía que querrías que no acabase nunca.
Se marchaban, pero el público quiso más. Ellos sabían perfectamente lo que pedíamos, y así nos lo ofrecieron. Con otro toque de humor, Jerzy nos solicitó si queríamos la versión corta o larga. Entonces Adje Jano comenzó a sonar, la que sirvió de lucimiento de los tres instrumentos más la voz de Tomasz, por separado, llegando en conjunto a las cotas del Jazz más auténtico.
Un trío al que hay que escuchar en directo debido a la espontaneidad en las interpretaciones. Un sonido perfecto al que se sumó el silencio sepulcral del público. Un concierto en el que tanto músicos como asistentes desaparecimos para aparecer en la esfera de la música y olvidar un poco el invierno, que ya se asoma.
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