Ir a un concierto de Dan Baird cada vez que pasa por España es un acto que, con mucho gusto, convertiría en rutina. Los años no pesan ni por él ni por los Homemade Sin, ni en su físico ni en su actitud. La banda, cuya numerosa producción hasta dificulta su seguimiento discográfico, es garantía de diversión, músculo y volumen, de espectáculo sin fisuras basado en las canciones y el rodaje. Todo ello por menos de 20€, en la cercanía de una sala como la Boite. Miércoles. ¿Y?
Los Homemade Sin montan y prueban su propio equipo. Irrumpen en el escenario sin alardes, sin introducciones. Ni siquiera apagan las luces. Dan, chistoso, pide silencio al público que bulle ante su presencia. Nos tiene ganados, pero no se relaja. El grupo se reparte el reducido espacio. Apuntan instrumentos y sonrisas al público y, con el volumen al 11, atacan con «Younger Face». Empieza la fiesta.
Sin concesiones, se suceden temas de sus álbumes recientes que han convertido en himnos a base de girar y tocar sin parar: «Little Darling», «Two for tuesday» y la extradimensionada «Croocked Smile», que alargan con una intensidad a la que le pesó el volumen brutal al que ejercían. En su favor, comentar que el sonido, normalmente irregular en la sala, superaba la media con creces. Cada instrumento en su sitio, a excepción de la voz de Dan, que tardó en ecualizarse varios temas; un problema menor.
Para cuando sonó «All over but the cryin'», más pronto de lo esperable, el show ya iba viento en popa, la sala hervía. Los muchachos, que ya superan la sesentena, interpretan con músculo forjado a base de ejercicio y experiencia. Intercambian sonrisas, codazos y guiños. Se cambian el sitio, se desafían. Disfrutan, y su disfrute se contagia. Ello, junto a sus festivos temas, obliga al respetable a bailar, saltar y dejarse llevar.
El show, de unas dos horas de sólo música, acabó pasada la media noche encadenando los indispensables de los Georgia: «Keep your hands to yourself» y «Railroad Steel». A pesar del agotamiento, las horas, y la prisa de algunos por dormir rápido, que al día siguiente tocaba madrugar, las ovaciones se alargaron hasta que Dan se bajó del escenario directo al tenderete de merchandising. Humilde y abierto, la leyenda se prestó a fotografiarse y saludar a todo interesado. Ojala esta excepción fuese la regla. Ojala podamos hacer de noches como esta una rutina.
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