Manchester frente al mar se podría definir como un ensayo sobre el dolor y la culpa. No estamos ante una propuesta complaciente con el espectador, todo lo contrario. Avisados estáis. Que las 6 nominaciones a los Oscars no os confundan, no es un film que agrade a todo tipo de público. Una historia así podría haberse enfocado como una comedia negra o un lacrimógeno drama con emociones a flor de piel. Pero Kenneth Lonergan se ha salido por la tangente y entrega una propuesta muy contenida y sobria. Quizás demasiado. Tanto que se acerca al radical universo de Giorgios Lanthimos (Canino, Langosta) aunque nunca resulta tan impenetrable.
Que nadie espere salir reconfortado con este film, todo lo contrario. A veces la vida es una mala perra y Manchester frente al mar habla de ello. De cómo un hecho fortuito puede arruinar tu vida irremediablemente. De cómo tu vida se convierte en un inodoro atascado y te deja sin ganas de seguir adelante. Todo ello narrado con un sobrio tono narrativo. Al igual que el helado entorno del film, las emociones de Leee Chadler (Casey Affleck) parecen haberse congelado. No sabemos el motivo, a priori, pero el guión sutilmente nos va dando pistas de lo sucedido hasta que se nos muestra hacia la mitad del film en una desgarradora escena. Es entonces cuando mejor comprendemos al protagonista y surge la empatía hacia este personaje hasta entonces hermético e incomprensible. Todo toma otra perspectiva. Otro desafortunado suceso le obliga a reencontrarse con todo aquello que quiere olvidar, debe volver a su antiguo hogar y a encontrarse con lugares y personas que le evocan una vida anterior más feliz o, simplemente, cuando tenía una vida. Todos los demás han rehecho su vida, pero él es incapaz, sabe que no hay vuelta atrás, solamente le queda la culpa.
Manchester frente al mar es un drama de un hombre devastado por dentro que ha perdido la capacidad de sentir. La culpa lo martiriza y debe seguir viviendo a pesar de no tener ya nada por lo que seguir haciéndolo. Un personaje así de herido necesitaba un trabajo titánico de contención gestual que permitiera transmitir el sufrimiento del protagonista a través de los silencios y miradas perdidas de un gran actor. Y Casey Affleck lo es. El pequeño de los Affleck se rebela una vez más como un tipo sobrado de talento, cierto que su cara aniñada era un handicap al inicio de su carrera pero ésta ha avanzado a pasos de gigante. Probablemente esté ante el personaje de su vida y no ha desaprovechado la ocasión. Casey Affleck transmite dolor y culpa mientras se erige como el pilar fundamental de la película. Él es Manchester frente al mar y muy posible ganador del Oscar de este año a mejor actor principal.
La relación con su sobrino (Lucas Hedges) se nos antoja como el enfrentamiento entre dos personajes que sufren, no se entienden y no tienen más remedio que convivir, al menos, durante un tiempo. Dicho enfrentamiento podría darnos escenas cómicas pero Lonergan lo evita deliberadamente. A base continuos flashbacks somos testigos de los cambios producidos en la vida de los personajes. Sentimos el contraste y sentimos la pérdida y la ausencia. Manchester frente al mar no deja hueco para la redención, ya es muy tarde para eso. Ni siquiera la fe que parece haber redimido a cierto personaje funciona con Leee Chadler. Todo está perdido. Manchester frente al mar es también un portentoso retrato de la cotidianidad más mundana. Sirva de ejemplo esa escena en la que tío y sobrino no recuerdan donde han aparcado el coche o ese batería que se adelanta. No aportan nada a la trama pero nos acercan a los protagonistas. A pesar de su duro argumento y su metraje (más de 2 horas) el film no aburre gracias a un acertado ritmo y la verosimilitud de las interpretaciones. Interpretaciones de las que destaca, a parte de Affleck, una Michelle Williams en estado de gracia. Ya sabemos que estos papeles lacrimógenos gustan mucho a los académicos, veo justa su nominación a pesar de aparecer poco en pantalla. Por cierto, me llevé una grata sorpresa al reencontrarme con Matthew Broderick, actor al que le había perdido la vista.
Resumiendo, Manchester frente al mar es una sobria reflexión sobre la culpa.
Demasiado dramon,,,tanto drama para mi no da pie a tanta cara compulgida (que sin drama no dice nada)