“Rogue one” es el enésimo intento de rentabilizar la taquilla por parte de Disney. Y lo mejor del tema, es que siempre lo consiguen. Todavía recordamos como se salvó de la quiebra a finales de los ochenta, tras los fracasos de “Tod y Toby”, “Tarón y el caldero mágico”, “Basil, el ratón superdetective”, “Óliver y pandilla” o “Los rescatadores en Cangurolandia”. Todo les abocaba a la ruina pero “un golpe de timón”, con nuevos creadores y Alan Menken y Tim Rice en las canciones y banda sonora hicieron que la compañía del Ratón Mickey volviese a “resurgir de sus cenizas” y “salir a flote” con “La sirenita”, “la bella y la bestia” o “Aladdin”. Un milagro que les hizo pasar del pozo a volver a ser la empresa más potente en solo unos pocos años. Ahora siguen generando dólares por todo el orbe, merced al “merchandising”, sus parques temáticos, la venta de sus filmes en soporte doméstico y sus nuevas operaciones, como la de comprar Pixar (de momento bien rentabilizado tras el éxito comercial y artístico con “Del revés”) y Lucasfilms.
Y no solo han comenzado una nueva trilogía con la que reventar la taquilla, sino que ahora contraatacan con el primero, del que se esperan no pocos, de una serie de “spin off” más o menos innecesarios porque, como se preguntaba acertadamente Luis Cifer en este mismo medio, en su crítica de la cinta: ¿realmente a alguien le interesa saber cómo se robaron los planos de la Estrella de la Muerte? Da igual. Lo que han construido es un vehículo “palomitero”, dos horas y cuarto donde suceden cosas a ritmo vertiginoso, en varios planetas y con un montón de personajes, algunos conocidos y otros novedosos. Todo en aras del espectáculo.
Dirección competente de Gareth Edwards, hombre forjado en la factoría de J.J. Abrams con su debut en 2010 con “Monstruoso”. No es el único nombre de la factoría del creador de “Perdidos”, pues su músico “de cabecera” Michael Giacchino sustituye a John Williams, aunque el ganador del Oscar por “Up” se limite a componer una partitura y orquestarla de forma similar a la del músico referente para Steven Spielberg. No es mala banda sonora, ni mucho menos pero queda lejos de sus mejores trabajos. De hecho, el entretenimiento pasajero que es todo el largometraje se forja en la tensión con la que Edwards resuelve la puesta en escena, apoyándose en un montaje “resultón” y en los poderosos efectos especiales y dirección artística. Nada nuevo, pero nadie esperaría un guion que rompiese “moldes”. Ya bastante tiene con que aparezcan algunos personajes del episodio IV, como el comandante Tarkin, a pesar de que Peter Cushing lleva muerto desde 1994 (¡lo que consiguen las nuevas tecnologías!) o un Darth Vader que en un secuencia parece un psicópata de película de terror, escuchándose su respiración entre las sombras y apareciendo desde la oscuridad con su espada láser acabando con todo aquel que ha tenido la mala ventura de quedarse encerrado en una estancia sin salida.
Los actores cumplen sin más, comenzando por Felicity Jones, siguiendo por Diego Luna, Ben Mendelsohn, Forest Whitaker o Mads Mikkelsen. Especial interés tienen los dos monjes, que al acabar no supe bien cual era su función en la historia, salvo un guiño al mercado asiático. “Rogue one” no pasará a la historia de “La guerra de las galaxias” y crea un aterrador precedente, pues su rédito económico les hará seguro emprender nuevos “spin off”, con lo que ello conlleva. Pero está claro que algo tiene que nos hace pasar por caja y es innegable que al final queda un producto que no aburre y con el que distraerse del mundanal ruido. Lo que ha sido la marca del cine de aventuras clásico. Pura evasión.
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