Una de mis primeras camisetas que tuve de música fue una de Zappa y una de Lou Reed que representaba la portada de su disco Sally Can’t Dance y orgulloso acudía a clase con aquellas prendas. Todo un rebelde para aquella época en aquel colegio donde nadie sabía quién era el dichoso Lou. Esa portada siempre me encantó, con aquella contraportada donde se reflejaba en las Ray Ban de Lou, la cara de una mujer. Mujer que supe años después se llamaba Rachel y que era, además de la novia de Lou Reed, una drag Queen que poco tenia de mujer, ya que era un travesti mexicano al que Lou que conoció en el Club 82. Raquel volvió más loco al pobre Lou, apoderándose de su vida personal y dominante como una gata en celo.
“Sally no puede bailar” como rezaba la dichosa traducción debajo del título original fue el cuarto trabajo en solitario de Reed tras el abandono de la Velvet Underground, siendo su primer trabajo grabado en los Estados Unidos, descontando los de la Velvet evidentemente. Un disco que Lou odiaba y siguió odiando toda su vida, un trabajo del cual dijo: “Esto es fantástico; cuanto peor soy, más vendo. Si la próxima vez desaparezco completamente del disco, es probable que llegue al número uno”. En aquellos tiempos en que Lou caminaba realmente por el “lado más salvaje de la vida”, Reed era aún más cínico y antipático de lo que pudo llegar a ser, orgulloso y consciente de ello. Un yonqui, que iba hasta las cejas de speed y con problemas mentales, un ser inquietante con tendencia a lo sórdido con pasión por todo lo que se desliza por las cloacas de la humanidad. Un poeta que retrata la decadencia humana como nadie, con brochazos de soul, jazz, y un crudo rock n’roll.
Lou volvió de Inglaterra, eliminó a Bowie de su vida, empezó a tomar enormes cantidades de speed y se casó con aquella Raquel. Con semejante guion no es de extrañar que salieran de sus entrañas tres discos tan cáusticos como “Berlin”, “Sally Can´t Dance” y “Rock ´n´ Roll Animal”. Y aunque le pese a Lou, con “Sally Can’t Dance” uno disfruta de todo lo que contiene, desde la inicial “Ride Sally Ride” con esos magníficos arreglos de vientos y unos coros que arropan elegantemente al piano. Seguido de “Animal Language” donde el tono se acelera y su célebre cinismo aparece de manera significativa. ”Babyface” es una transcripción perfecta de lo que puede ser el ambiente de una pareja de homosexuales que viven en continua dependencia de encontrar dinero para las drogas, y es que pocos como Lou trasmite con esa excelencia, el ambiente urbano y nocturno. “N.Y. Stars” es una burla ácida hacia los imitadores de tres al cuarto que pululan en el arte y con los que tuvo que compartir tanto tiempo y drogas. Vulgares imitadores de “Cuarta categoría” sin personalidad, ni escrúpulos , Reed escupe su rabia acompañado de una guitarra endiablada y punzante a cargo de nada más y nada menos de David Weis, de los icónicos Iron Butterfly es un clásico indiscutible e imperecedero de Lou, donde nos relata cómo sus padres le sometieron a sesiones de electroshock para superar sus problemas psicológicos.
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Con un ritmo aplastante, sudoroso y una intensidad fuera de lo común. Con “Ennui” emerge la faceta frágil y romántica de Reed, esa misma que compone joyas como “Coney Island Baby” y “Perfect Day” . El tema que da nombre al disco, es otro corte con grandes dosis de soul “made by Lou”, con su New York de telón de fondo, contándonos su vía crucis personal por aquellos tiempos; drogas, travestis, etc…… Con “Billy” se cierra el disco, un saxofón apuntala las justas pinceladas para describir el barrio de toda su vida; Queens, recordándonos que Lou fue solo un alma torturada, una oveja con piel de lobo.
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