He sido un hombre que busca y aún lo sigo siendo, pero ya no busco en las estrellas y en los libros, sino en las enseñanzas de mi sangre.

Hermann Hesse

He descubierto que algunos escritores frustrados y llenos de resentimiento hacia el universo, la humanidad y el mundillo literario, aprovechan la menor ocasión para poner a caldo todo aquello que no les gusta, en especial, a los compañeros de oficio. No me parece correcto criticar el trabajo ajeno o empezar cruzadas absurdas para llamar la atención. Vivimos una época en la que gobiernan las apariencias, la estupidez está a la orden del día y sobran los listillos. Ser humilde, tal como está el percal, debe ser una prioridad absoluta para los autores que se están abriendo camino. Creo que hasta que no vendes millones de ejemplares o consigues un prestigio crítico a la altura de Thomas Mann, lo más sensato es mantener el pico cerrado. Hoy en día publican a cualquiera; tener un libro en la calle no te hace especial en absoluto. En el firmamento sobran estrellas, amigo, no eres tan bueno como te gustaría creer.

Gracias a las redes sociales, cualquiera puede expresar su opinión, por ridícula que sea. Entiendo que esta profesión, cuando no liquidas cien mil unidades en la primera tirada, resulta lamentable y frustrante. Hablo con conocimiento de causa: me irrita profundamente publicar un libro y que la editorial con la que he firmado no se tome la molestia en distribuirlo, publicitarlo y venderlo como Dios manda. ¿Qué puedes hacer al respecto? Seguir adelante y no rendirte jamás. Llorar como un mártir alegando que el infierno son los demás, es una soberana estupidez. Pocos son los privilegiados que pueden vivir de las palabras en los tiempos que corren. Mi filosofía es muy simple: limítate a hacer tu trabajo y no entregues el alma al mejor postor.

Los novelistas, la mayoría de las ocasiones, solemos pecar de egos descomunales. Pensamos que nuestra obra es espectacular y perdemos la objetividad sin darnos cuenta. En mi caso, con el paso de los años, he aprendido a ser pragmático: que cada uno escriba sobre lo que le apetezca. Yo tengo mi propio estilo, influencias y gustos; no puedo obligar a que los demás las compartan. Podría actuar como un sobrado y decir que me tocan las narices todos los escritores que se apuntan al carro de las modas, que escriben basura sobre enigmas históricos, zombis, vampiros y literatura erótica para ganar pasta. Que la mayoría son unos chaqueteros que cambian de género como de calcetines… Blablablabla… ¿Qué sentido tendría? ¿Para qué polemizar sin necesidad? ¿A quién le importa mi opinión? A nadie, por supuesto.

Cuando me siento delante del ordenador solo tengo un plan en mente: disfrutar de mi obra. Nunca pienso en los lectores, en las modas que imperan en el mercado o si algún día podré verlo en las librerías. Lo fundamental es realizar un trabajo del que pueda sentirme orgulloso. Ahora mismo me interesa la novela histórica: no voy a escribir sobre muertos vivientes porque es lo que demandan las editoriales. No, señores, prefiero narrar un libro ambientado en la Guerra de los Treinta Años y, cuando esté terminado, tardar una década en publicarlo. No tengo prisa y triunfar a nivel económico tampoco me quita el sueño. Únicamente quiero que mi novela sea tan cojonuda que enganche al lector de tal modo que no pueda abandonar la historia hasta la última página. ¿Entiendes lo que quiero decir?

Volviendo al principio: chaval, escribes de puta pena y encima eres una copia barata de tus ídolos literarios. No, no me vengas con que has leído TODOS los libros de Bram Stoker, Edgard Allan Poe, Lovecraft o Stephen King. Eres demasiado engreído para tomarle la molestia de perder el tiempo con los maestros. Como mucho, habrás pensado que tu propia obra es mucho más importante y que tienes mejores cosas que hacer. ¿Te cuento lo que va pasar? Sacarás cuatro o cinco libros (como mucho) a la calle y cuando llegues a la conclusión de que no vas a llegar a ninguna parte, arrojarás la toalla y te dedicarás a ver los partidos de fútbol o jugar al dominó en el bar de la esquina los domingos por la tarde. ¿Por qué? Te faltan agallas para llegar hasta el final, para sacrificarte por tus sueños. No hay huevos para abrirte las heridas y ver cómo sangran. Sin eso, nunca serás un gran escritor. ¿Fama? ¿Gloria? ¿Dinero? Chorradas: vanidad, pura y dura; el preludio de la mediocridad absoluta. Mejora tus modales y luego negociamos. ¿Nunca cenabas con los mayores? Te gusta pensar que eres un hombre cuando actúas como un crío. En vez de perder el tiempo con tu verborrea, vuelve a casa y escribe algo que valga la pena. Hazme caso, puede que algún día me lo agradezcas.

No hay nada más triste que los novelistas que van de divos literarios cuando no han despachado ni cien ejemplares.

Autor:

Alexis Brito Delgado (Tenerife, 1980). Escritor, amante del cine y fanático de David Bowie, los Smiths, Iggy Pop, Nick Cave, Depeche Mode, la Velvet Underground, R.E.M. y The Verve, entre muchos otros. Autor de las novelas “Soldado de fortuna: Las aventuras de Konrad Stark” y “Gravity Grave”.

 

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