Recuerdo el momento que comenzó mi comprensible odio a la gran mayoría de los “remakes”. Acababa de empezar 1996 y entré en uno de los extintos cines de la Gran Vía madrileña a ver una actualización del “Sabrina” (1954) de Billy Wilder que dirigía Sidney Pollack, con Harrison Ford haciendo de Humphrey Bogart, Julia Ormond de Audrey Hepburn y Greg Kinnear de William Holden. Salí con tal indignación con lo que acababa de ver en pantalla que ese momento se mantiene imperecedero en mi memoria. Lo consideré absurdo e innecesario intentar enmendar la plana a una de las grandísimas comedias de los cincuenta. No tenía sentido. Desde entonces hasta ahora han llegado unas cuantas más, la gran mayoría dislates sin más argumento que quedarse con lo más truculento de la historia original sin aportar nada más que violencia gratuita, sirva como ejemplo la nueva versión de “Rollerball” (2002) que en nada mejoraba la de Norman Jewison de 1975 y que obviaba el mensaje contra la violencia intrínseca del ser humano y hacia donde nos conduce limitándose a un canto a los más fuertes y atractivos, una especie de selección natural darwiniana. Otros disparates, que por fortuna he ignorado de momento, como la nueva versión de “Perros de paja” (2011) deberían tener su lugar entre los títulos innecesarios de la historia del cine. Pero entre esa imaginaria lista un lugar destacado y de honor debería ser para este “Ben- Hur” de 2016.
Pues el clásico de William Wyler de 1959 mejoraba la versión muda de Fred Niblo, unas actuaciones emocionantes de Charlton Heston Y Stephen Boyd que llevaban la épica hasta límites insospechados y que consiguió nada menos que once Oscars, cifra imposible de superar en esa década y posteriores por la calidad de la competencia y que solo ha igualado “Titanic” (1997) y “El señor de los anillos: El retorno del rey” (2003) pero en años donde solo tuvo de rival decente a “L.A. Confidencial” o “Mystic River” y “Master and Commander”. El caso es que este largometraje que nos ocupa está pensado para no superar el original y solo rodado por motivos económicos, lo cual está por ver y tal vez se encuentren los productores con la desagradable sorpresa de no recaudar lo esperado.
Algún día comprenderemos por qué Metro Goldwin Mayer ha decidido embarcarse en esta singladura condenada al fracaso artístico. El resultado es desquiciante, ya que han aligerado buena parte de la trama dejando las tres horas y media de la de Wyler en poco más de dos horas, suprimiendo buena parte de las escenas de Quinto Arrio por ejemplo y mucho de la épica de Judah Ben- Hur con su esposa Ester que más parece una relación sacada de un anuncio de perfume y que al caer en desgracia ella ayuda a los necesitados como las estrellas de Hollywood cuando se las ve colaborando en África, sin perder el glamour. Increíble de todas las maneras posibles. Y es que es uno de los problemas de la película; los actores no están bien. Sobre todo el Messala de Toby Kebell que parece un niño malcriado que todo lo hace por envidia y enfados tontos. ¡Qué esta chica no me quiere!, pues ahora voy y me alisto a las legiones romanas para conquistarla!. Y eso me hace recordar un documental que vi hace años donde el guionista Gore Vidal le decía a William Wyler ¿por qué no narraban la historia de un romano enamorado de un judío que tras los años se volvían a encontrar y el romano quería continuar la relación y el judío no, pues había encontrado a Dios?. Wyler le contestó que se iba a subtitular “La vida de Cristo” o algo así pero accedió y solo hay que ver la escena de las lanzas donde Stephen Boyd mira con deseo a Charlton Heston mientras que el otro se muestra como un Moisés en “Los diez mandamientos”.
Aquí como no hay escena de las lanzas, pues se evita el sonrojo. Las secuencias de las galeras carecen de épica y se basan en los espectaculares efectos especiales, aunque me han recordado a series y películas de estas últimas décadas como “Juego de tronos” o “300”, pero sin su talento. No es de extrañar, pues casi todos tienen que ver con el comic, ya que de los “300” aparece Rodrigo Santoro, el Jerjes en las epopeyas basadas en las novelas gráfica de Frank Miller y que aquí es Jesucristo, al que han tenido a bien mostrar pues recordemos que en la versión de William Wyler no se le enseñaba el rostro en ningún momento, Toby Kebell que hace de Messala era el malo de “Los cuatro fantásticos” y el protagonista Jack Huston era el villano de esa gamberrada llamada “Orgullo, prejuicio y zombis”, que se suma a otra gamberrada dirigida por su responsable Timur Bekmambetov como era “Abraham Lincoln: cazador de vampiros”. Curioso que las dos cintas estén basadas en obras de Seth Grahame Smith. Y ese el gran problema de “Ben- Hur”. No ser una gamberrada y tomarse en serio así misma pero solo aportando peleas en estilo videoclip, con planos que duran un nanosegundo, secuencias de galeras sacadas de cómic, el torneo de cuadrigas parece una retrasmisión de televisión de algún evento de motor, rodadas hasta con ¡Go-Pro!, relaciones amorosos tomadas de un anuncio publicitario y un final de vergüenza ajena, con una cámara lenta inolvidable. Para mal pero inolvidable. Hasta la música de Marco Beltrami es un insulto a la partitura de Milklos Rosza. Imagino que Bekmambetov no habrá sido su primera opción y tras unos cuantos descartes, fue el único que aceptó comandar un producto condenado al desastre. Poco bueno puedo decir de este “Ben- Hur”. Me venció la curiosidad y un espíritu de sadomasoquismo, pues parecía claro el resultado. Un desaguisado.
Aburrida no, lo siguiente…