Reconozco que me encanta perderme por los tortuosos caminos del cine experimental. Es un viaje no exento de peligros y no menos decepciones que, sin embargo, vale la pena recorrer. Holy motors no es una película convencional, no es una película que cuente una o varias historias. Holy motors intenta contar muchas cosas, demasiadas, y lo hace de manera surrealista y fascinante. Te puede resultar una marcianada irritante o una refrescante novedad.
Holy motors no es un film para espectadores acostumbrados a que todo tenga sentido, a que todo encaje. Holy motors es una deliciosa locura que se disfruta mucho más si no le buscas un sentido ya que, probablemente, no lo tenga. Holy motors es un homenaje al cine, desde sus prometedores inicios hasta su preocupante presente y su más que incierto futuro. Por supuesto que el cine seguirá, necesitamos que nos cuenten historias, pero ya nada será igual.
Desde la primera y onírica escena, Holy motors deja claro que el cine es un barco a la deriva atiborrado de espectadores adormilados que ven siempre la misma película. La sala de cine se ve amenazada por unos peligrosos perros que deambulan por el patio de butacas, las grandes productoras de basura vigilan que nadie despierte. Leos Carax aboga por abofetear al espectador y despertarle de su letargo, necesitamos imaginación e ideas. Carax se sirve de un surrealismo salvaje cercano al mejor Buñuel para ofrecernos multitud de símbolos, algunos totalmente imposibles de interpretar. Puede que el futuro esté en los videojuegos y en el cine digital, pero siempre necesitaremos historias. El protagonista viaja en limusina por París representando diversos papeles sin motivo aparente. Son encargos, alguien le contrata para que él represente personajes necesarios. Puede que no haya espectador pero el trabajo debe realizarse. El trabajo del actor Denis Lavant es simplemente alucinante, a pesar de tener un físico tan peculiar, el tipo sabe meterse en la piel de once personajes de manera pasmosa. Su forma de expresar la psique a través de los movimientos de los personajes es toda una lección de interpretación.
El film elabora la parábola sobre que todos somos actores, todos actuamos delante de los demás, todos llevamos varias máscaras puestas a lo largo del día. Quizás por ellos el protagonista apenas es interesante cuando no actúa, cuando es él mismo. Cuando se encuentra con un antiguo amor, no sabe cómo actuar ni que decir, no tiene personalidad y deja pasar su última oportunidad. Aunque puede que también esté actuando, no hay manera de saberlo.
Por cierto, me sorprendió Kylie Minogue y su peculiar número musical con el tema Who were we de Neil Hannon (The divine Comedy) quien ha compuesto la música original del film. Kylie interpreta a otra actriz dispuesta a llevar su personaje hasta sus últimas consecuencias. También me gustó la aparición (que no interpretación) de Eva Mendes en un pasaje brutal que todavía no soy capaz de encontrar un significado, quizás sea un error intentar que todo encaje en un film así de desquiciado. Lamentablemente, Carax parece perder el rumbo intencionadamente y algunas innecesarias excentricidades hacen a su film perder varios enteros, no sé a qué viene el diálogo final entre limusinas ni alguna otra cosilla más. No sé cómo explicarlas ni les veo el sentido, pero ya he dicho que no todo debe encajar. ¿Ya he dicho que esta peli es una locura?
Puede que la desconcertante trama del film no sea de fácil asimilación por el espectador medio acostumbrado a simplezas tipo Stallone. Si le das una oportunidad, puede que Holy motors no sólo te sorprenda, puede que, con suerte, te fascine. A mí me pasó.
Como muestra, os dejo con uno de los momentos más fascinantes de Holy motors y su versión con acordeones del tema Let my baby ride de RL Burnside.
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