La comparación con el Batman de Nolan no es tan gratuita como pueda parecer, pero es demasiado fácil como para dejarla pasar: quiero llamar la atención del que tuerce el morro cuando se le menciona a Marvel o cualquier audiovisual relacionado con los superhéroes. Ahorrate eso de «es que a mí las pelis de superhéroes…», o no, no te lo ahorres, pero lee: allí donde caló la trilogía del hombre murciélago es hacia donde dispara esta serie original de la plataforma de streaming. Encantará al sector del público que busque algo entre Law and Order y Show me a hero, entendiendo esto como «palomiteo inteligente».
Daredevil se ahorra la paja desde el primer capítulo y sólo cuenta el principio de la historia a cuentagotas, cuando uno menos lo espera y, a menudo, cuando más lo agradece. La serie nos sitúa en medio del universo diurno\nocturno de Matt Murdock, cuando el justiciero ya se ha puesto perdido de harina y moretones.
Los maporros abundan en cada capítulo, sí, pero entendamos el concepto más como los que repartiría un tipo bien entrenado que invierte horas de sueño ante el saco de arena que como los que ocupan metraje en Los Vengadores. Daredevil es, dentro de los ajustados límites de la historieta, bastante verosímil. Matt Murdock es más Bruce Lee que Robert Downey Jr, para entendernos. No hay acrobacias gratuitas, aunque sí ralentizaciones -bien repartidas, sin saturar-. Hay golpes espectaculares, de fuerza sobrehumana, pero también sangre a borbotones. También tiene su punto gore.
No faltan dilema moral -¿matar o no matar?-, importantes puntos de inflexión en la vida de Murdock, amistades y cruces de caminos con los que tanto el auténtico como su doble nocturno tendrán que lidiar. La serie pasa por todos ellos, necesarios y comunes a otras producciones, pero lo hace con cierto autoconocimiento, al grano, y por ello, a la temporada no parece sobrarle ni un capítulo. En cada una de las trece entregas hay acción bien rodada, muchos diálogos ligeros y unos pocos más profundos. Chascarrillos, los justos, suficientes para recordar en qué terreno juega. Momentos para recordar, a puñados; y sangre, a litros.
Un vigilante ciego, bien trabajado, con pasado y presente creíbles, que recibe hostias como panes -competente Charlie Cox-; un villano a la altura -imponente Vincent D’Onofrio-; un contrapunto cómico aceptable que, a la larga, también hace de salvavidas -aceptable Elden Henson-; y a Rosario Dawson curando las heridas del justiciero. Ya hemos visto al parecido en cine, equiparable en calidad, tono e intenciones, no así en televisión. Y aunque la mayor parte del metraje transita por lugares conocidos, la serie se gana la curiosidad ante lo que está por venir, viéndose uno obligado a parar tras varios capítulos sin ir al baño.
Entretiene, engancha, a ratos emociona pero, lo mejor, es que consigue hacerte olvidar el estándar superheroico, convirtiéndose en un híbrido de género negro, aventuras y acción. Matt Murdock no trata de salvar el mundo, sino arrancar su ciudad, su barrio, de las garras de un cacique que se sirve de la especulación, los sobornos y el tráfico de drogas, influencias y personas para cumplir sus ambiciones. Seguro que os suena.
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