Revitalizados por la vuelta a las andadas que había supuesto la edición de «Voodoo Lounge» y deseosos de capturar la esencia de los sonidos del momento, voluntad que se pone de manifiesto en la decisión de delegar parte de las tareas de producción en The Dust Brothers (dupla detrás del sonido de propuestas tan equidistantes a los stones como The Beastie Boys, Beck o ¡Hanson!) «Bridges To Babylon» muestra a un grupo tan fresco y osado por un lado, cómo falto de ideas y, en ocasiones, personalidad por el otro.
El álbum abre con un correcto rock and roll sin más pretensiones que las de aportar un pistoletazo de salida coherente al redondo, «Flip The Switch», que da paso al primer single potencial del trabajo, «Anybody Seen My Baby?». Una insinuante línea de bajo envuelve un corte que parece ser deudo de aquellas exhibiciones a medio camino entre la música disco y el rock que tanto, tantísimo, habían menudeado en su producción 70’s. «Low Down», número guitarrero sin ninguna cualidad digna de mención, precede a «Already Over Me», qué hace buena esa afirmación, a veces manida, de que el que tuvo retuvo.
«Gunface» muestra a unos stones absolutamente perdidos, haciendo aguas en un juego que no es el suyo, facturando una suerte de rock moderno y monótono, carente de atractivo alguno.
La cosa, por fortuna, mejora un tanto en «You Don’t Have To Mean It», corte al que Keith pone voz, sonando como si Buddy Holly, en lugar de en las dependencias de Brunswick Records, hubiese optado por grabar en algún oscuro soundsystem de Kingston. Una mezcolanza a priori bizarra que termina por saldarse con un resultado más que positivo.
«Out Of Control» inauguraba la segunda mitad del trabajo, mostrando la primera exhibición de poder, genuina, contenida en «Bridges To Babylon». Tras un comienzo lento, un crescendo que termina por explotar en un poderoso rock and roll lleno de rabia contenida y desencanto, ribeteado por el fabuloso solo de harmónica que se marca Jagger.
La racha parece continuar en «Saint Of Me», single indiscutible del disco así como culminación de las intenciones que parecía tener la banda a finales de los 90’s, a saber: Sonar frescos y genuinos; comerciales y poderosos; modernos y guitarreros, todo a un tiempo. Unos exquisitos punteos acompañados por el sucinto órgano de Billy Preston van dando cuerpo a un tema que se revela como un intimidante rock and roll preñado de referencias bíblicas, jalonado por una atmosférica y delicada parte intermedia que termina por explotar, de nuevo, en despliegue guitarrero.
«Might As Well Get Juiced», con la voz de Jagger enterrada bajo una montaña de sintetizadores y efectos, pone, de nuevo, todas las alarmas en funcionamiento. Es encomiable, supongo, la voluntad por parte del cantante de no estancarse en una propuesta sónica de las que ya se ha nutrido, pero hacer sonar a The Rolling Stones como un -mal- grupo de electrónica me parece excesivo.
El mal sabor de boca dejado por semejante experimento se ve parcialmente atenuado tras la escucha de «Always Suffering», correcto número de mimbres campestres, y sobre todo por el estallido eléctrico de «Too Tight», uno de los cortes mejor medidos del trabajo así como una orgullosa vindicación, entre otras cosas, de su condición de perros viejos («Yeah, don’t try to reel me in/With all those charms school looks/I’ve seen it all a thousand of times/I sung that song, i wrote that fucking book»)
El tramo final de «Bridges To Babylon» pasa por ser el segundo momento Richards del album. Primero con «Thief In The Night», atmosférico rythm and blues. Un tema reposado, a tumba abierta, rico en secciones de viento que se encadena, sin solución de continuidad con «How Can I Stop», con Keef de nuevo a las voces y un sentimiento sweet soul music a la antigua usanza, con el guitarrista desgranando un tema que no habría desentonado en el repertorio de los Miracles, con el saxo de Wayne Shorter y la batería de Charlie Watts enzarzándose en un duelo que amén de clausurar el tema, hace lo propio con el redondo.
Sentimientos encontrados los que produce este trabajo. Por un lado, un grupo que parece seguir beneficiándose del savoir faire exhibido en su anterior lanzamiento, dando en la diana con temas capaces de llegar tanto al corazón del fan como de las radiofórmulas y píldoras de buen gusto; por otro, una cierta falta de dirección qué se pone de manifiesto en algunos de los momentos menos lucidos del cedé, mostrándonos a una banda bien a la deriva en su intento por flirtear con ciertos sonidos, bien facturando cortes absolutamente desalmados con el piloto automático activado. Con todo, los primeros son mayoría con respecto a los segundos y podemos seguir hablando de un grupo que, discográficamente hablando, se niega a vivir de rentas.
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