Han pasado -la friolera de- más de siete años desde la última vez que tuve ocasión de presenciar el proverbial buen hacer en vivo de los madrileños sobre las tablas de ésta misma sala Malandar que los recibía una vez más, acogiendo en esta ocasión la celebración de los fastos de su treinta aniversario en la vanguardia del rock and roll underground, tan alérgico al éxito comercial como inasequible al desaliento.
Han cambiado algunas cosas desde ese entonces: En aquella ocasión, cabe recordar, venían presentando una colección de sus “grandes éxitos” con sonido remozado, lo que se trasladaba a la elección del set, preñado de clásicos; En ésta ocasión, por contra, y muy posiblemente espoleados por aquella gira “Back To The Fuzz” en la que se reencontraron con los orígenes de su catálogo y por su rabioso sentido de la independencia, los madrileños celebraron su aniversario con un repertorio definitivamente personal, cuajado de versiones (Hasta siete cayeron, si la memoria no me falla), gemas olvidadas de su cancionero y algunos temas fijos en su arsenal desde hace años.
Así, desde el inicial “Train Kept-A-Rollin” (en clave Yardbirds), los capitalinos se metieron al público, ecléctica mixtura de rockeros, moteros y mods en el bolsillo; propulsados por una base rítmica sólida cual bloque de granito, con Fernando extrayendo de su SG riffs deudos de Glenn Buxton, Ron Asheton y Ted Nugent; el órgano de Marta aportando el necesario savoir faire setentero y Miguel apoderándose del escenario con sus maneras de frontman chamánico, nos llevaron de paseo por sus referentes: De los Dictators (De quienes hicieron un sorprendente “Haircut and Attitude”) a The Sonics, pasando por Parálisis Permanente y The Animals y su ya a estas alturas imprescindible mash-up entre Deep Purple y Beastie Boys; llevaron a el público al éxtasis con disparos seguros del calibre de las hímnicas “Two Sisters”, “Red Ones”, “Let’s Go Out” o “I Enjoy The Forbidden”; se marcaron guiños a AC/DC en “Flyin’ High”, testaron el calado de su material más reciente, “Circles in the Salt” a la cabeza y se pasearon por piezas de su cancionero entre lo inédito y lo largamente olvidado, de las cuales brilló de manera especial un espídico “Like a Dog”, para acabar cerrando con un blitzkrieg de hard rock y disco mediante una bizarra relectura del “Danger! High Voltage” de los Electric Six que terminó por poner a prueba las últimas reservas de energía y los tímpanos de la entregada audiencia.
Así están las cosas en el seno de Sex Museum tras treinta años de pelea: Duros y la encía, chorreando fuzz y decibelios y sabiéndose venerados -por unos pocos- e impredecibles. ¿A por otros treinta?
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