Pese a que comenzó a fraguarse a un escaso par de meses tras la edición de «It’s Only Rock And Roll», lo cierto es que «Black And Blue» no llegaría a las tiendas hasta casi un año y medio más tarde. No hay duda de que la abrupta marcha de Mick Taylor trastocó la agenda del grupo, hasta el punto de que el proceso de gestación del presente elepé tuvo bastante de casting para seleccionar un sustituto sobre la marcha.
Se barajaron nombres cómo los de Jeff Beck, Rory Gallagher, Wayne Perkins, Harvey Mandel o Ron Wood. Si bien hay que poner un especial énfasis en éstos tres últimos, ya que fueron los que aportaron sus guitarras durante la grabación del album, aunque al final, como todos sabemos, el puesto fue para Wood.
Iniciado en uno de esos combos de r&b que afloraron en las islas a lo largo de la primera mitad de los 60’s, fogueado en un colorido conjunto mod y relegado al bajo por un excéntrico guitar hero para finalmente retomar las seis cuerdas en una de las formaciones de arena rock definitivas, Ron Wood, que se sabía nacido para ser stone, podía presumir de un abultado curriculum a bordo de The Birds, The Creation, Jeff Beck Group y, claro está, The Faces. No, no poseía la técnica desbordante de su predecesor, pero si una mayor capacidad de transmisión y, sobre todo, un mayor feeling con Keith a la hora de ensamblar sus guitarras (aboliendo por fin la frontera «rítmica-solista» de la que tanto renegaba Richards). Todo eso por no hablar de que su savoir faire escénico, su carisma, era con mucho mayor que la de Taylor.
Aunque no era él sino Harvey Mandel (músico estadounidense, procedente de las filas de Canned Heat) el que se encargaba de las solistas en el disparo inicial, «Hot Stuff», corte de mimbres funkies que abre el redondo a medio gas, sin llegar a ser un mal tema, pero sobrándole minutaje, llegando a ser repetitivo.
«Hand Of Fate» disipa, por fortuna, esas impresiones tan tibias: Potentísimo corte stoniano, acorazado por las magistrales guitarras de Keith Richards y Mandel y las teclas de Billy Preston, con un Jagger dejándose la garganta, nos recuerda, por si alguien pretendía olvidarlo, que estamos ante los tipos que no hacía ni un lustro andaban facturando obras del calibre de «Exile On Main St.», quienes, supervivientes de aquella explosión creativa, parecían seguir beneficiándose de su onda expansiva.
Volvía el influjo jamaicano, nuevo ingrediente del sonido de la banda, en «Cherry Oh Baby» vivificante versión de Eric Donaldson conducida por el delicioso órgano de Nicky Hopkins y una sugerente línea de bajo. Cerrando la cara, una de esas baladas recurrentes en sus últimos trabajos, a medio camino entre lo acústico, las texturas disco y los zarpazos eléctricos. Hablamos de «Memory Motel», uno de los números mejor ajustados del largo.
«Hey Negrita» se encarga de abrir la segunda cara, a base de electricidad y estructuras cuasi caribeñas. Otro de esos cortes «inspirados por Ron Wood» (nada más y nada menos que aportó el riff principal) que, al igual que la apertura de la cara precedente, peca de hacerse algo monótona.
Más «inspiraciones» en «Melody», que por mucho que venga firmada por Jagger/Richards (con el consabido «inspired by…») está construida a partir de un tema de Billy Preston, «Do You Love Me?». Cargada de atmóferas de piano bar, con Jagger y Preston cruzando sus voces sobre un colchón de teclas, pasa por ser de lo más atípico, que no memorable, que ha grabado la banda. Asimismo, no faltan quienes indican que pudo apresurar el final de la relación del teclista con el grupo, al no haberse considerado remunerado en consecuencia por su aportación.
«Fool To Cry» es, quizás, el momento más recordado del trabajo. Ha sido al menos el que ha gozado de más presencia en recopilatorios y compilaciones, amén de ser, junto con «Hot Stuff», uno de sus singles de presentación. Preciosista balada de basamento disco, con un Jagger cantando en un registro mucho más agudo de lo habitual (del que haría uso más adelante), posee una cualidad mágica y evocadora innegable.
Clausurando el álbum nos encontramos con uno de los mejores momentos del mismo en clave de rock and roll, «Crazy Mama»: Irresistible pildorazo rebosante de chulería, riff marca de la casa y coros matadores. Uno -otro- de esos grandes temas stonianos olvidados.
Ciertamente, no se puede decir mucho más acerca de «Black And Blue» que lo ya expuesto: Un disco notable, sin más pretensión, al igual que su última entrega, que la de editar una buena colección de canciones surcadas por el influjo del reggae, el nuevo r&b, el funk y el disco. Ron Wood había llegado para quedarse y pasaría poco tiempo antes de que el grupo tuviese ocasión de demostrar, una vez más, su infinita capacidad de adaptación al contexto musical de cada época. Pero eso, cómo suele decirse, es otra historia.
El primero con rod