Una horda de miles de jóvenes vistiendo camisetas de Muse por todo Bilbao nos indicaba que hoy tocaban Muse, por si había alguien que no se hubiera enterado, en el BBK. Muse es el grupo entronizado como los reyes del rock del siglo XXI, algo totalmente discutible pero que parece asumido por sus millones de seguidores. Con sus carencias y su pretenciosidad Muse no dejan indiferente a nadie. Sus discos son bastante controvertidos (que si se parecían al principio a Radiohead, que si imitan a Queen, que si sus portadas son una copia de las de Pink Floyd, etc) pero sus directos no dejan lugar a dudas. Ahí sí que hay que reconocerle a Matt Bellamy y sus compinches que no hay quien les tosa hoy día con su espectáculo audiovisual.
Ni la lluvia ni las horas de espera hicieron mella en un público mayoritariamente muy joven que había obligado a colgar el cartel de no hay entradas en el BBK. Un llenazo en toda regla que se notó en la masiva afluencia de público en todo el recinto. No cabía ni un alma más. Hay quien dice que se batió el record de asistencia del festival, pero no hay datos oficiales todavía. Por suerte, la espera fue larga pero se hizo llevadera gracias a unos chavales de Calatayud que buscaban a grito pelado a un colega al que llamaban Chivas. No sé si Chivas apareció o no, ni siquiera tengo claro que existiera, pero pasamos un buen rato buscándolo.
Vayamos al grano. Muse ofrecieron un show total que combina rock con todo tipo de artificios. Como si fueran unos Kiss del nuevo milenio Muse conjuran efectos y música para dar a su público lo que éste necesita. Su nuevo espectáculo en más sobrio y menos faraónico que el de su anterior gira, pero es igualmente efectivo. Da igual que su último disco, Drones, sea bastante flojo (seamos benévolos y dejémoslo ahí). Su show es atronador y acongojante. Con un sonido limpio salieron a por todas ante un público totalmente entregado. Los riffs de Matt Bellamy sonaron demoledores y la batería de Dominic Howard se metía dentro de las entrañas haciendo retumbar hasta el alma. Empezaron con Psycho, el primer single de su Drones, para seguir con la contundente Supermassive black hole que desató la histeria entre el público. A cada canción le correspondía una iluminación y unas proyecciones concretas.
Ya fuera un siniestro carrusel, una chica desnuda con los ojos sin vida, un discurso de JFK, arengas militares o los drones (elementos todos ellos presentes en su último disco). Cada canción tiene su propia estética. Muse ofrecen un show deslumbrante y cuidado hasta el último detalle. Matt Bellamy estuvo entregado durante todo el concierto, acertó con sus falsetes y tuvo una más que aceptable empatía con su público. El tipo es probablemente la mayor estrella del rock que hay hoy en día. No estoy diciendo que sea el mejor, pero sí es el que más gente arrastra. El llenazo de ayer lo confirma. Puede que los excesos escénicos de Muse sean innecesarios (esa guitarra llena de agujeros, ese piano plateado, esos leds en los trastes del bajo) y es evidente que las letras de ciencia ficción barata de Bellamy no son gran cosa, pero el tipo en escena tiene personalidad de sobra.
El concierto siguió con lo más granado y vitoreado de su discografía, no faltaron Time is running out, Citizen erased, Apocalypse please o Hysteria. En esta última Bellamy se permitió el lujo de incluir los riffs de Heartbreaker de Led Zeppelin y Back in black de AC/DC al inicio y al final del tema respectivamente. Un tributo a los clásicos nunca está mal, sobretodo si buena parte de tus seguidores ni siquiera los conocen. Tras lanzarnos confeti, serpentinas y hasta globos gigantes para asombro y disfrute del personal, Muse se retiraron en la programada falsa despedida. Volvieron a salir, por supuesto, para acabar con Uprising y Knights of Cydonia (homenaje al maestro Morricone incluido con el bajista Chris Wolstenholme a la armónica). Un final épico y algo obvio que no por evidente defraudó a los seguidores del grupo. Fue en total una hora y media de efectivo show. A mí me pareció una duración escasa dada la pasión que Muse levanta entre su ingente cantidad de seguidores.
Yo eché de menos que se salieran algo del guión o alguna sorpresa en el repertorio. No hubo sorpresas en el setlist, nada de temas instrumentales o los más arriesgados de su discografía ni nada de su anterior LP, The 2nd law. Muse son un grupo de estadios y eso exige correr poco riesgos en la elección de los temas a tocar. Salieron a contentar a su público y vaya si lo consiguieron. Los que no éramos fans acérrimos del grupo seguimos sin serlo pero debemos reconocer el buen hacer de estos tipos en directo.
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