A sus 71 años, el guitarrista de los Rolling Stones aún tiene cosas que contar al gran público. En el caso que nos ocupa, unas enternecedoras notas autobiográficas. El legendario músico cuya mitificación ensombrece el resto de sus cualidades a día de hoy, desvela en este libro infantil muchas cosas con muy pocas palabras, acompañadas, eso sí, por unas necesarias ilustraciones firmadas por su hija, Theodora Richards.
Cuando subo a un escenario, cando compongo una cancion, cuando tomo una guitarra y toco unos dinka-plins para mis nietos, siempre me digo lo mismo: « ¡Gracias abuelo! ¡Gracias Gus!».
Resulta curioso, tierno y encantador el tono en el que Richards, con unas pocas frases que se leen en escasos minutos, rememora pequeños pero cruciales momentos de su infancia, en la que la figura mesiánica de un buen abuelo se alza como primer responsable de una carrera musical de más de 50 años.
Un paseo, una visita a una tienda musical, un engaño inocente o el primer contacto con una guitarra; un par de sentencias, como las que todo nieto guarda como recuerdo del primer sabio que conoció en su temprana vida. Escasas letras juntas en grupos difíciles de creer viniendo de ese tipo con dedos atrofiados que arrastra toda una vida de excesos, triunfos y hundimientos, pero que despiertan tanta emoción como curiosidad por el instrumento de las seis cuerdas.
Puede que para lectores rodados resulte escaso. Sin embargo, cuadrará perfectamente en la colección de los stonianos, y de lo que yo no dudaría, es de regalárselo a mis pequeños por navidad. Más si aspiras a tener a un pequeño rocker en casa. El minimalismo de la historia es ideal para ellos, al igual que esas ilustraciones que dicen todo por sí solas. Además, contemplar las coloridas páginas escuchando el relato narrado por el propio Richards hecho todo un abuelo que se incluye en un cedé adjunto, es irresistible.
Más información en la página web de la editorial Malpaso.
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