Una vez No Sanctuary se encargó de recordarnos que lo de The Walking Dead es eso, un mundo de oscuridad y violencia donde lo que se trata es de hacer una huida hacía adelante y seguir caminando entre cuerpos desprovistos de alma, y de que salvo en algún momento puntual como ese magnifico plano del reencuentro entre esas dos almas solitarias con los que nos obsequió el capítulo anterior tras la devastación de lo que tenía que en un principio se suponía el fin de trayecto, pocas esperanzas de éxito se pueden albergar en un mundo donde la muerte ya ha dejado de ser la puerta al paraíso para convertirse en una autopista directa al infierno.
Y todos los imputs señalan que el viaje del grupo de Rick en esta quinta temporada, ya sea por cruzarse con hordas de caminantes o por el mero hecho de dar con algún grupo superviviente, va a seguir por los mismos parámetros vividos anteriormente, y es que como ese hámster encerrado en su jaula, The Walking Dead está condenada a dar vueltas en la rueda sin parar.
Sí, el arranque de la nueva temporada fue a lo grande y con No Sanctuary la serie recuperó la fuerza y energía que nos había mostrado en anteriores capítulos, pero, excluyendo a una excepcional primera temporada, y una más que notable tercera, era más que predecible que tras ese brutal inicio que supuso la vuelta a esa oscuridad donde de nuevo con crudeza extrema se nos volvía a mostrar esa sucia lucha por la supervivencia, tras ese memorable inicio, a continuación nos vendría una falsa calma en la que, una vez de nuevo reunido en su totalidad, el grupo volvería a reanudar esa travesía en busca de la nada, y por desgracia se volvería a la presentación de nuevos personajes «extraños» que no son lo que parecen y la floración de sus secretos ocultos acabarán con la inevitable confrontación con el grupo de Rick.
Vamos, nada que no hayamos vivido con anterioridad, y es que este ya largo viaje entre los no muertos, como ese pobre hamster encerrado en la jaula, parece condenado a seguir dando vueltas sin remisión hacía ese lejano horizonte que se intuye, pero que nunca se alcanza. Eso sí, nosotros seguiremos esperando que vuelvan a obsequiarnos de vez en cuando con otro No Sanctuary, aunque momentos como ese final gore que hubiese aplaudido el mismo Hannibal Lecter, cuando Bob observa lo que andan cocinando ese grupo de supervivientes de la masacre del capítulo anterior, se agradecen. Sin duda magnífico. Lo mejor de este segundo capítulo de la nueva temporada, y es que cuando la serie se vuelve cruda, nunca mejor dicho aquí, es cuando luce con mayor esplendor.
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