Joe va más allá de una película de esas películas que llevan el inconfundible sello del cine independiente para acabar siendo una de esas radiografías sobre una realidad social que, si bien aquí se centra en lo más profundo de la América profunda, no sería demasiado difícil encontrarla a nuestro alrededor, y es que a lo largo de las casi dos horas de metraje, de la mano de los tres personajes protagonistas, y de una magnifica puesta en escena, nos sumergimos en ese cercano universo que a diario tenemos a nuestro alrededor, pero que preferimos obviar y pensar que esto no va con nosotros.
Sí, más allá de una débil línea argumental por la que, sin tampoco venir demasiado a cuenta, asistimos a un viejo ajuste de cuentas y al devenir diario diversos tipos para conseguir tirar adelante, pero que más bien está ahí conseguir algún que otro momento de acción para relajar un poco la tensión de lo que verdaderamente importa, y es mostrarnos en toda su crudeza la interrelación del que ha convertido su existencia en algo vacío y sin sentido, de la que poco espera mientras todo a su alrededor es provisional y sin una razón de ser, y la de Gay que se encuentra encadenada, y eso es lo que se encarga de dejar claro David Gordon en esa magnífica escena inicial, una autentica obra de arte en si misma, a la figura paterna encargada de, si nadie lo remedia, llevar a su familia a ese agujero del que una vez se entra ya no se sale, y es precisamente cuando Gary entra en el mundo de Joe cuando este puede por fin dar un efímero sentido a su vida.
Y antes de entrar en las magnificas interpretaciones del trío protagonista, hay que hacer mención a ese ritmo pausado,crudo, casi crepuscular, magnificado en todo momento por una excelente banda sonora, que consigue recrear una atmósfera casi irrespirable donde por sus poros sólo transpira esa amarga soledad de los perdedores y es aquí, cuando ya nadie se lo es cuando ante nosotros nos aparece ese Cage que después de casi veinte años de Leaving las Vegas, y tras una cantidad de basuras interpretativas indignas, vuelve a ponerse el traje de actor para bordar su papel y literalmente ponerse en la piel de Gary, pero no es hasta que la inocencia robada de Gary hace su aparición cuando la película estalla en mil pedazos y cada astilla se clava ya sin remisión en la piel del espectador.
Y es que la expresividad de Tye Sheridan y su facilidad para adaptarse al entorno que lo rodea es de un nivel superior, pero el mural no estaría completo sin hacer una mención especial a la mirada del que lo ha tirado todo por la borda y al que ya nada le importa y su vida se ha convertido en un simple deambular entre botella y botella. Sí, Joe no tendría sentido sin los silencios y la soledad del padre de Gary, ese personaje anónimo que un día se cruzó en medio del equipo de producción y fue en ese fugaz momento cuando se dieron cuenta de que era la mejor opción para recrear delante de la cámara lo que en realidad era su vida cotidiana.
Sí, podríamos seguir hablando de Joe y la vuelta de Ncolas Cage al cine de verdad, pero con eso seguiríamos ignorando que en la mayoría de ocasiones no nos hace falta la oscuridad de una sala para darnos cuenta de las carencias del ser humano. Yo de ustedes no me la perdería aunque eso suponga pasar un mal rato durante y después de la película.
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