Un buen día leí que Gov’t Mule venía a mi ciudad.  De repente mis colmillos crecieron, mi musculatura crujió bajo el despertar del movimiento corporal y la araña que anidaba en mi cerebro, instalada su telaraña entre los pliegues de mi sesera, fue desalojada. 

Arreciaba la energía por este cuerpo enjuto y durmiente bajo el influjo de pandemias y psicopatías.  La fuente de poder era la imaginación que giraba en torno a una idea, a un mito, lo etéreo.  Era la imagen tan poderosa que llevó a este cuerpo adusto hasta la entrada de un local convertido en templo.  Como una procesión de ciegos y veteranos de guerras ancestrales lucíamos maltrechos dos generaciones de individuos que aún creíamos en los ecos del rock and roll.  Gov’t Mule era el vehículo para convocar al ejercito más veterano de cadáveres, troles y espectros de fantasía.

Sin lujos ni abalorios.  Sin excesos y con la sobriedad de quien ha vivido la gloria desde sus inicios con los hermanos Allman.  Así se presentaron los convocantes a este ritual hipnótico.  Como sucede en estos casos, la masa informe puso las cuencas de sus ojos desorbitadas ante la magia del convocante mayor.  Warren Haynes arrancó con su danza sugestiva a través de su guitarra y por momentos fue capaz de convertir las notas en colores punzantes, con un abanico tan grande de ellos que podías ver nacer, a través de su digitación, el mayor ave de luz que la imaginación podía traer.  Fue el sonido petrificado con guiños a Sabbath, los deliciosos pigmentos de la psicodelia y el llamado a sus ancestros y sus raíces más blues. Fue eso y su voz para la mayoría de los hipnotizados.  

 

 

Sus ojos y sus cámaras se posaban frente a él como si no hubiera mañana. Como si estuviera solo. Como si sus punteos con los dedos desnudos sonaran a teclado. Como si su instrumento se tocara con baquetas. Como si la guitarra de 12 cuerdas pudiera golpearte en el pecho con la base rítmica de una mascletá. Fuimos pocos los que entendimos que el Ave Fénix que nacía de las notas de su guitarra no hubiera podido volar sin las plumas que se aferraban a la piel desnuda del ave mítica e ilusoria. Con cada nota del teclado y con cada sonido de la trompeta de Danny Louis le agregaba un elemento al plumaje hermoso de la bestia en cuestión.  Con cada golpe de batería de Matt Abts y con cada repique cual latido de corazón de Jorgen Carlsson se moldeaba el pico y las garras del genial y luminoso ser.  

En un momento de profunda catatonia, la mirada obtusa de parte de la masa fue incapaz de descubrir las señas cómplices entre los creadores de tan magno milagro. Unos encantadores que entre guiños y gestos fueron sacando melodías e insuflando el hálito de vida a ese ser que nuestra imaginación veía. Era un milagro que nacía de la improvisación y que se repite cada noche de ritual con resultados diferentes. Con el ADN particular que cada jornada otorga.

 

 

En pleno corazón de esta obra de arte presentaron su más reciente criatura en estudio, aquella que los más fanáticos terminamos guardando en casa y que rescatamos para recordar que los genios no nos son ajenos. Este disco enfocado en las raíces del blues, nos trajo tufo a tierra mojada, a desierto seco, a peyote y chimó.  De repente sobrevino la sobriedad de Hook Herrera y su harmónica ancestral. Una sorpresa que no estaba en los papeles y que le otorgó a nuestra Ave Fénix la memoria y el bagaje para poder sobrevivir en el futuro recordando el pasado.

Para cuando la criatura despegó de nuestra presencia habían pasado más de dos horas y los alrededores ya no eran los mismos.  «Soulshine» le dio la luz suficiente a nuestra Ave Fénix para elevar su vuelo a otra dimensión, ubicada en ese planeta paralelo que vive en nuestro interior y que se llamar recuerdo.  La alegría del alcohol había regado las enjutas caras de la legión mulera.  Mi duro y pesado gesticular de los inicios se convirtió en una mueca que garabateaba imágenes y momentos que anidaron entre los pliegues de mi cerebro, allí donde las telarañas comenzaron de nuevo a formarse.   Quien sabe cuando estos viajeros del tiempo volverán a esta tierra para dejar suelta la criatura nacida de su jamming.  Mientras puedo decir que yo estuve allí.

 

Set 1

 

Rocking Horse

Temporary Saint

Monkey Hill

Thelonius Beck

Ain’t No Love In The Heart Of The City 

She Said, She Said

Long Distance Call*

Snatch It Back And Hold It/ Hold It Back/Snatch It Back*

 

 

Set 2

 

No Need To Suffer

So Weak, So Strong

Feel Like Breaking Up Somebody’s Home*

The Hunter*

Mule 

Soulshine 

 

Bis

Gonna Send You Back To Georgia* 

 

* con Hook Herrera (harmónica)

 

Gov’t Mule son:

 

Warren Haynes – guitarra y voz

Matt Abts – batería

Danny Louis – teclados y trompeta 

Jorgen Carlsson – bajo

 

by: Manuel Losada

by: Manuel Losada

Publicista de profesión, hablador de paja por vocación. He canalizado mi verborrea hablando de lo que más me gusta, la música. Y lo he hecho a través de varios programas de radio y escribiendo en diversos medios. Actualmente desvarío a través de mi podcast , Freack Station , el blog de Arrecho y en Rock, The Best Music.

0 comentarios

Enviar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Últimas entradas

Últimos comentarios

Te puede interesar

Crónica del Festival The Root Of All Evil en Sevilla

Crónica del Festival The Root Of All Evil en Sevilla

Es muy arriesgado organizar un evento de metal extremo en nuestro país, y mucho más el realizarlo en una ciudad no tan habituada a este tipo de eventos como es Sevilla, pero tras lo vivido el pasado sábado 23 de noviembre en la renombrada sala Supra, que muchos...