Tranquilos. Florence Welch no se ha convertido en Lady Gaga. Cierto que ‘Free’ y ‘My love’ son bailables, pero poco más hay en Dance Fever disfrutable en una pista de baile. El título de este quinto LP se refiere a una especie de baile de San Vito o histeria colectiva que sufrían algunas personas en la Edad Media que les llevaba a bailar hasta morir. Dance Fever es su disco su disco más oscuro, un trabajo creado en plena pandemia que invita al baile como catarsis para exorcizar todo lo malo. De hecho, la genial ‘Heaven is in here’ suena a ritual pagano.
El single ‘King’ ya nos indicó por dónde irían los tiros. Tenemos la prodigiosa voz de Florence Welch vertebrando gemas de ese pop barroco que huye de lo fácil. Tenemos clímax épicos y coros gloriosos alternados con momentos de intimidad. Una vez más Florence se sincera frente al oyente. No oculta sus problemas, sus pasados trastornos alimenticios ni su eterna lucha contra las adicciones. De eso va ‘Free’, en la que se pregunta si no estaría mejor sedada en un hospital. En la hipnótica ‘Choreomania’ deja claro que durante el confinamiento Florence Welch encontró en el baile la mejor manera de liberar su ansiedad. Como puedes observar, Florence sigue siendo un personaje con tantas aristas como su música. Me gusta el disco, sin embargo, no me convencen el gospel mutante de ‘Back in town’ y el interludio siniestro de ‘Prayer Factory’, creo que son los únicos bajones de interés. Por suerte, son las únicas notas discordantes.
Mis temas favoritos son la celestial ‘Girls Against God’ y ese hit llamado ‘Dream Girl Evil’ (puro pop revienta estadios). ‘Cassandra’ es otra joya pop en la que Florence se compara con Casandra, la princesa de Troya a la que el dios Apolo le concedió el don de ver el futuro pero, traicionado por ella, el mismo Apolo hizo que nadie creyera sus predicciones. Durante el confinamiento Florence sentía que no había nadie ahí fuera a quien cantarle sus canciones y que su don, como el de Casandra, era inútil.
Florence parece por momentos poseída por el espíritu de un vampiro, esas voces guturales de ‘Restraint’ son aterradoras y no me las esperaba en un disco de pop. Pero Florence es así. Más contradicciones: en la casi jazzística ‘The Bomb’ versa sobre una relación tóxica. En la oscura ‘Daffodil’ la primavera es vista como algo terrible ya que la de 2020 fue especialmente dura. El cierre con la singular ‘Morning Elvis’ expone las contradicciones de Florence respecto al directo: lo necesita y lo odia a la vez. Welch sabía que las extensas giras iban a acabar consumiéndola, pero cuando se vio obligada a parar por el Covid se sintió expulsada del paraíso. Ello le lleva a maldecir al destino aunque finalmente acepta que tanto el cielo como nuestro mayor enemigo habitan dentro de nosotros.
Quizás la producción de Jack Antonoff (Bleachers, Taylor Swift, Lorde, St. Vincent, Lana Del Rey) y Dave Bayley (Glass Animals) haya despojado de capas la música de Florence + The Machine pero el resultado sigue siendo impecable. Dance Fever no supone una ruptura total con lo anterior, aunque sí es lo más oscuro que ha parido nunca.
De la edición especial puedo decir que el formato es precioso, pero no han pensado en que hay que guardar un CD en el libreto. La tarea de sacar el CD y evitar que se raye se me antoja imposible. Punto negativo para el diseño. Lo bueno es que contiene una versión acústica de Cassandra con arpa que me parece muy superior a la del LP, tres temas en acústico que no mejoran al original (‘Free’, ‘Morinig Elvis’, ‘My Love’) pero permiten escuchar mejor las sentidas interpretaciones vocales de Florence. Cabe destacar la versión de Iggy & The Stooges (‘Search and Destroy’) que muestra a la Florence más divertida y macarra.
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