Robert Eggers me sorprendió gratamente con The witch, uno de los debuts más destacados de los últimos tiempos. Ahora regresa con The lighthouse, otra peculiar historia no apta para todos los paladares.
Robert Eggers es un director con un estilo propio y, lo que es más importante, tiene algo que contar. Esta vez nos narra en una historia de dos hombres aislados en una pequeña isla en medio de mar mientras se hacen cargo del faro. La convivencia entre estos dos personajes no se inicia de la mejor manera (el sonido de una meada en un orinal y un pedo son las cartas de presentación del personaje de Willem Dafoe) y se irá enturbiando paulatinamente mientras el alcohol va falsamente engrasando las fricciones entre los dos protagonistas. El faro no es una película para todos los paladares. Rodada con cámaras antiguas, en un fabuloso blanco y negro en el obsoleto formato de imagen cuadrado, El faro tiene una personalidad propia que poco o nada tiene que ver con el cine actual. Robert Eggers dirige su propio guión y lo hace a su manera, sin concesiones para el gran público. Eggers es ya un director muy a tener en cuenta, un tipo insano y perverso cuya idea del terror es de lo más destacable de los últimos tiempos en un género que lleva demasiado tiempo en piloto automático. Su estilo tiene más del mejor Polanski (esos personajes aislados y enfrentados como en la seminal El cuchillo en el agua) o Andréi Tarkovski (esa manera de mostrar la naturaleza) que de ningún otro director actual. Aunque sus referentes más obvios quizás sean literarios, tanto la novela gótica de Edgar Alan Poe o H. P. Lovecraft como el Moby Dick de Herman Melvin han dejado sus huellas en El faro.
Para este titánico tour de force interpretativo Eggers ha contado con el siempre excelente Willem Dafoe y con el otrora ídolo de adolescentes reconvertido a actor Robert Pattinson. Ambos actores están brillantes en sus antagónicos personajes. Pattinson me ha sorprendido gratamente, parece que incluso ha aprendido a actuar y a mover los músculos de la cara. Quien nos lo iba a decir viendo aquellas estupideces de Crepúsculo. A pesar de los esfuerzos y la mejoría de Pattinson, es Dafoe quien se lleva el gato al agua con una interpretación memorable. Los diálogos entre estos dos personajes oscilan a menudo entre lo absurdo y lo patético mientras asistimos a la degradación de su moral. Entre tanto feísmo estético y tanta escatología, Eggers recrea la decadencia ética y psicológica de estos dos antagonistas aislados de la sociedad. Lo sobrenatural y la locura se van abriendo paso en El faro casi sin darnos cuenta. Hay momentos de terror y toques surrealistas que pueden descolocar al más pintado.
Todo ello es reflejado con maestría por Eggers, quien plasma magistralmente la decadencia y recrea una insana atmósfera en la que cada vez cuesta más respirar. La isla, el faro, los pájaros, las rocas, el mar enfurecido y el sonido del viento son personajes secundarios de esta olla a presión a punto de explotar. Me agradó mucho como Eggers cuida los detalles y da una vital importancia a objetos como el cuchillo, el hacha, las llaves, el reloj, la figura de la sirena, etc. Estamos ante una obra desagradable, meticulosa y detallista, quizá en exceso para algunos espectadores, cuyo desenlace no puede ser más ambiguo.
Quizás Eggers patine algo en la resolución del su film, como ya le pasó en The witch, pero nadie puede negarle su valentía y su talento. Elementos que cada vez escasean más en esto que una vez se llamó el séptimo arte y ahora es ya únicamente una industria.
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