En el lejano siglo XVI, Nicolás de Maquiavelo escribía uno de los tratados políticos más importantes no solo del Renacimiento sino de la historia, creando conceptos tan importantes como el de la “razón de estado”. Se trata de “El príncipe” donde en su capítulo XVIII acuña la idea de que “-el resultado justifica la acción-“ que ha llegado a nuestros tiempos como “el fin justifica los medios” (aunque nunca escribió dicha frase). Un cinismo mezclado con realismo, clave para entender muchos de los actos de nuestros gobernantes y que en el cine hemos visto reflejado en varias películas, aunque los ejemplos más claros que se me ocurren son en largometrajes sobre la mafia, pues ver “El padrino” o la serie “Los Soprano” es ver muchas de las ideas del diplomático florentino filmadas. Sin llegar a esos límites de excelencia, se estrena esta estimable película donde Maquiavelo tiñe cada metro de celuloide, ya que “El caso Sloane” trata sobre la despiadada lucha entre el poder legislativo y los “lobbies”, o en español cabildeo, grupos de personas que se unen para conseguir algo. Elizabeth Sloane es una fría y despiadada mujer responsable de uno de estos “grupos de presión” que comienza apoyando a los favorables a la tenencia casi libre de armas (la célebre segunda enmienda) en EE.UU. para pasarse al bando contrario, lo que le lleva a más de un disgusto y a enfrentarse a un juicio en el Congreso por el apoyo al gobierno de Indonesia para suprimir los aranceles al aceite de palma.
La cinta intenta mantener la tesis de que esta gente ha vendido su “alma al diablo”, ya que nadie puede triunfar con actos de bonhomía y sin utilizar el “juego sucio”. Todos los personajes maquinan sus intrigas fuera de la ley con el solo fin de ganar y desprestigiar al oponente. Por ello, comprobamos como la protagonista ha decidido romper cualquier “lazo” con la humanidad; duerme poco, vive a base de pastillas, individualista, desconfiada, no quiere ninguna relación demasiado personal, incluso contratando un “prostituto” para saciar sus deseos sexuales. Su único motor vital es el trabajo y ganar las causas en las que es contratada, sean justas o no. Para ello es fundamental una actriz que sea creíble y el gran acierto de “El caso Sloane” es la portentosa Jessica Chastain, quien vuelve a demostrar que es la intérprete más versátil de su generación. Tan portentosa que puede enfrentarse a casi cualquier papel y salir airosa, todavía no he visto algo suyo que no sea destacable y es ininteligible que esta mujer no tenga varios premios de la Academia, pues sus registros actorales están muy por encima de casi todas sus compañeras de profesión. Cosas de Hollywood. En ella se cimenta el edificio que ha construido John Madden, un director irregular con un par de notables éxitos (“Shakespeare enamorado” y “El exótico Hotel Marigold”) y unos cuantos fracasos, algunos estrepitosos como “La mandolina del Capitán Corelli”. Con guion del debutante Jonathan Perera, es más interesante lo que cuenta que como lo cuenta, ya que toda la trama es irregular, con una primera parte demasiado discursiva y donde por momentos el diálogo llega a abrumar y donde la realización de Madden demasiado televisiva tampoco ayuda, aunque la continuación empieza a mejorar, llegando al juicio donde sí consigue el “climax” recordando en algún momento a ese monumento al cine llamado “Tempestad sobre Washington” y que con pericia dirigió Otto Preminger a principios de los sesenta, aunque pensándolo bien, esta obra maestra también tenía bastante de Maquiavelo.
Por lo demás, nadie entre los técnicos ni en el resto del reparto desentona, consiguiendo un resultado final aceptable, aunque las expectativas eran mejores y de haber sido más ambiciosos podrían haber conseguido una película que se podría recordar con el paso de los años, limitándose a un producto decente con unos mimbres extraordinarios. Tanto como el talento de Jessica Chastain… o de Nicolás de Maquiavelo.
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