El azul no es de nadie, es un reflejo
del alma; como el color del mar
lo es del cielo. Ningún color tiene dueño,
por mucho que nos quieran convencer.
Absurdo es enfrentarse por esto.
¿De qué color es el mundo si nadie lo mira?
¿Y la luna cuando brilla?
Decimos blanca, pero su suelo es gris,
aunque su tono es el de la esperanza.
El azul no tiene dueño. Existe titilante
dentro de nuestro pecho, y con él regamos
la nada, como ese arroyo quebrado
bajando por la montaña.





















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