Anoche en el Príncipe Felipe ante el público de su ciudad natal, Amaral volvieron a demostrar que lo suyo no es casualidad ni fórmula de laboratorio. Si siguen llenando pabellones después de más de dos décadas es porque Eva y Juan tienen algo que se escapa al algoritmo y que aún no ha sido domesticado. No, Amaral no son indie, ni mainstream, ni lo necesitan. Como dicen en «Dolce Vita»: siguen siendo esa flor que nace en medio del asfalto, con ecos de rock, pop de altos vuelos y una honestidad muy de agradecer.

Desde que Eva salió a escena sabías que no habías venido a un simple concierto: habías venido a ver a una banda que aún cree firmemente en la magia del directo. Abrieron con “Dolce Vita”, y ya desde ahí se notaba que esta gira viene mucho artificio escénico (pantallas, escaleras, pasarelas, confeti, etc) pero rebosante de emoción. Es más, se agradece que los elementos escénicos potencien el efecto de sus canciones y no los diluyan. Ver a Eva levitar en «El centro de un tornado» fue lo más cercano a una Epifanía que muchos asistentes va a estar en su vida.

Eva estaba visiblemente emocionada y alegre de volver a triunfar en su tierra. Demostró estar en plenas facultades vocales y físicas. No paró de bailar, desmelenarse y cantar como los ángeles. Incluso paró el concierto y pidió silencio durante unos minutos cuando hubo un desvanecimiento entre el público para facilitar la labor a los sanitarios. Dicen que los más grandes son los más sencillos. Canta con las tripas, con los ojos, con una rabia elegante tan maña. Juan, a su lado, estuvo casi siempre en su zona de confort: discreto y preciso a las seis cuerdas. Juntos siguen siendo uno de los binomios más sólidos y atípicos del panorama nacional.

Venían a presentar Dolce Vita y brillaron temas nuevos como la citada «Dolce Vita», “Libre», «Ahí estás», «Los demonios del Fuego», «Viernes Santo» o ese sentido y emocionante homenaje a Víctor Jara que es ”Podría haber sido yo» que dejaron claro que Amaral no vive de rentas. Siguen sabiendo componer hits que no insultan la inteligencia de su público. No faltaron los clásicos: “El universo sobre mí”, “Como hablar”, “Moriría por vos”, “Revolución” cantados por un público entregado hasta la locura. Era como si el 2005 nunca se hubiese ido, como si todavía fuéramos adolescentes.

Salí del Príncipe Felipe con la sensación de haber asistido a un sincero acto de resistencia. Aún queda hueco para el pop bien facturado.























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