Shinichiro Watanabe llegó al olimpo del anime con dos clásicos de las series de animación japonesas como “Cowboy Bebop” (de la que se rodó una película) y “Samurai Champloo”. Series conclusivas de una sola temporada que le ha creado gran prestigio hasta llegar a otros productos de interés como “Carole & Tuesday”.

Ahora con la firma de la productora Adult Swim y la distribución de Max nos ofrece otro serial de nombre “Lazarus”. Una trama futurista y distópica que gira en torno a una hecatombe creada por un científico que inventa un fármaco curativo que, sin embargo, ofrece un letal efecto sobre la raza humana en años venideros. Ante tal holocausto, el gobierno ficha a una fuerza especial de convictos para llegar al doctor y conseguir la cura a contrareloj.
Acción a raudales, argumento donde los hechos transcurren a toda velocidad en trece episodios de poco más de veinte minutos, filmados en animación limitada como buena parte de las series y el cine japonés que tienen como máximo exponente al Studio Ghibli de Hayao Miyazaki e Isao Takahata, aunque estos dos nombres se enmarquen dentro de la gran pantalla.
En “Lazarus”, Watanabe nos ofrece capítulos cortos a los que dota de un ritmo endiablado y muchísima acción aunque su trama, interesante de partida, no termina de enganchar. Una puesta en escena irregular que deja un sabor agridulce pues aunque queda lejos de ser un mal producto su desenlace no satisface del todo al dejar unos cuantos frentes abiertos, por lo que entendemos que su final no es del todo conclusivo y debería tener una secuela o continuación.
Aun con sus defectos, “Lazarus” posee una buena colección de virtudes y dota de un poso adulto a una producción anime, tanto en su temática como en otros aspectos como la múica del saxofonista de jazz estadounidense Kamasi Washington que le otorga un punto a favor desde los títulos de créditos (tanto en los de arranque como en los finales) y algunos momentos que nos dejan perplejos como ese Islamabad del futuro donde parece haberse borrado todos los problemas actuales con el terrorismo y el yihadismo. Un islam cercano a la democracia occidental, tan lejano en el actual Pakistán.
Estamos seguros que este es un paso más para consolidar a nivel mundial la figura de un autor tan personal, dentro de la animación nipona, como es el caso de Shinichiro Watanabe que sin llegar a las cotas de “Cowboy Bebop” o “Samurai Champloo”, mantiene un buen tono con “Lazarus”, incluso en algunos pasajes superando el notable.




















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