Paseaba por las calles del centro de Málaga pensando en la uniformidad que están imponiendo a nuestras ciudades, los mismos comercios alineados de manera similar, como si se tratase de la superficie de un inmenso supermercado que unifica todos y cada uno de sus centros. La belleza del centro malagueño resiste ante la multitud de distintas lenguas que recorren sus calles, entrando y saliendo en el inmenso bosque de hoteles, hostales y pisos turísticos que han invadido el ecosistema metropolitano. Caminaba, haciendo tiempo hasta que el sol fuese dejando su lugar natural a la luna, que en estas fechas va retrasando constantemente su cita mientras que la mía se encontraba  a seis kilómetros del centro de Málaga, donde se erige el Auditorio Municipal Cortijo de Torres. Antes de las 21 horas, largas colas crecían frente a las tres puertas que daban entrada al lugar elegido para que  el canadiense Bryan Adams cumpliese con su cita veraniega andaluza. Filas de personas deseosas de encontrarse frente a frente con el viejo rock and roll sincero y directo, columnas de almas donde también se mezclaban los acentos y los idiomas, pero el sentimiento era común, único. 

Un Auditorio a reventar, a las 22.15 horas Bryan Adams salta al escenario ante el rugir generalizado de un público entregado, rendido a sus pies sin necesidad siquiera de hacer sonar el primer acorde. Un tipo de victorias tan sencillas avaladas por su trayectoria, que nadie se lleve a equívocos. Adams con una sobria escenografía, acompañado de Keith Scott, quien asume muchísimo protagonismo durante todo el concierto, Pat Steward y Gary Breit, se sobra para llenar un escenario, provocando el continuo  éxtasis entre el público, que estalla en el preciso instante en que «Roll with the punches», canción que da nombre tanto a su próximo  disco -que verá la luz a final de agosto- como a esta gira, comienza a sonar, encontrándonos con un Bryan Adams que no solo se ve en muy buena forma física, sino que además su garganta está en perfectas condiciones, liberando el nerviosismo general que flotaba en el ambiente por la impaciencia ante su salida.

Como el propio Adams cuenta a la audiencia, es complicado elegir si tocar esta canción o aquella, las viejas o las nuevas, más aún cuando siendo el caso del canadiense, cuentas con un repertorio que ocupa distintas épocas, y obviando el mayor o menor éxito comercial marcado por tendencias más que por talento, ocupa un lugar privilegiado entre sus fans. Suenan dos clásicos imperecederos, «Run to you» y «Somebody». Las distintas lenguas que pueblan el Auditorio Cortijo de Torres se convierten en una sola garganta que canta al unísono con Bryan. Emoción, viejas cuentas saldadas, recuerdos que cruzan por mi mente de tantas historias, que no puedo evitar grabar un par de minutos con el móvil y enviárselo a un viejo amigo para que al menos en la distancia pudiese compartir ese momento conmigo. La gente baila, las caras, precisos espejos del alma reflejan felicidad. Suena «18 til I die», una canción que habla de ser joven de corazón por muchas hojas de calendario que arrojes a la hoguera del tiempo, y que me hace sentir como si estuviese escrita para mi en primera persona.

Como dije al principio, Keith Scott y su guitarra se convierte una y otra vez en foco de atención, poniendo de manifiesto la idolatría sagrada del rock and roll por su instrumento eléctrico por excelencia, mientras el resto de la banda son el complemento perfecto para que la comunión que forman hagan sonar las canciones de esa manera. Seguimos escalando por los 90 con «Cloud Number nine» para a continuación pegarnos de frente con otra de las nuevas canciones, «Make up your mind» que suena muy rockera, mucho más de lo que lo hace en su versión de estudio, con ese estribillo tan característico de Adams. ¡Bien!. Vuelta a un par de clásicos que no pueden faltar en cualquier concierto de Bryan como son «Heaven» y «It´s only love», sentido recuerdo por parte de Adams para Tina Turner que hace subir la temperatura de una noche que comenzaba a tomar, meteorológicamente hablando, un camino extraño. «You belong to me» da paso a un celebrado «Twist and shout» para llevarnos de nuevo a los noventa y a aquel disco producido por Mutt Lange, al que le reconozco que le he ido tomando el pulso con el tiempo mucho más de lo que hice en su momento, pero que sí significó un marcado éxito para Bryan Adams, algo que se nota en la reacción popular ante «Can´t stop this thing we started» al que todos nos rendimos, empeñados en maltratar nuestras gargantas antes canciones que son nuestras aunque no las hayamos compuesto.

De la fuerza a la calma, a la tensión calculada de «Please forgive me» que cala hasta los huesos, que sana heridas con la magia de la música. A «Go Down rockin´» también le sale de manera natural una hechura más rockera en directo, mientras que a petición de Adams, las linternas de los móviles invaden la noche malagueña al ritmo de «Shine a light». Pero no son las únicas luces que comienzan a sentirse sobre nuestras cabezas, porque los relámpagos se empeñan en iluminar un escenario  que la banda de por sí ya lo hace por sí mismos. Set acústico con «Here I am» y «When you’e gone» antes de que otra de las baladas más reconocidas de Adams, con recuerdo incluido a Paco de Lucía, conquiste los corazones, no los solitarios de la banda del Sargento Peppers sino los ardientes y calientes de aquellos que estábamos disfrutando sin importarnos en ese preciso instante el mañana. Aquellos que me conocen saben que una de las canciones de mi vida es «Summer of 69» así que espero que comprendáis que no sea capaz de expresar a través de un teclado la mezcla de emociones que me recorrieron durante los tres minutos y pico que estuve llamando a las puertas del cielo si es que este realmente existe.

¡Queremos más, necesitamos más!. Todos a bailar con una rockera y festiva revisión de «Cant take my eyes off you» de Frankie Vallie cuyo reconocido estribillo resuena en la noche malagueña, una noche en la que los rayos comienzan a aparecer y amenazar una historia que nadie deseamos que llegue al final. «Cuts like a knife» y «(Everything I do) I do it for you» ponen punto final a una velada que nos deja sin los bises, porque el riesgo de tormenta eléctrica es más que evidente, y mientras rompe a llover y los músicos abandonan el escenario, nos encaminamos a la salida, raudos por la lluvia, henchidos de emoción y, por qué no decirlo, tristes por tan súbito final. Bryan Adams demostró que el rock and roll vigoroso, rudo cuando el momento lo requiere, tierno si se da la circunstancia le acompañará hasta el final, y que nosotros no estaremos con él. No, no estábamos en el verano del 69, pero os puedo asegurar que este 10 de junio ha sido uno de los mejores momentos de mi vida.

by: Carlos tizon

by: Carlos tizon

Licenciado en el arte de apoyar el codo en la barra de bar. Comencé la carrera de la vida y me perdí por el camino, dándome de bruces con el rock and roll. Como no pude ser una rock star, ahora desnudo mi alma cual decadente stripper de medio pelo en mi blog, Motel Bourbon.

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