“La calle del terror” es la adaptación del gigante Netflix de los libros de R.L. Stine, de la que se habían estrenado tres partes en el 2021, ambientadas en 1994, 1978 y 1666 (siendo la de los setenta la mejor de las tres), dirigida la trilogía por Leigh Janiak.
En esta cuarta entrega, le ofrecen la realización al casi debutante Matt Palmer, un británico que se deja de nuevas morales y explicaciones posmodernas para ofrecer un “slasher” típico de los ochenta donde un asesino enmascarado asesina sin piedad y de la forma más horrible posible a todo aquel que se pone por delante, con la excusa de un baile de graduación de un instituto donde se presentan unas candidatas para ser “la reina del baile”.
Un producto, este del crimen serial, que inició “Seis mujeres para el asesino” de Mario Bava y que en la década de los ochenta del siglo pasado causó furor, con estructuras simples donde el criminal no diferenciaba entre personas guapas o feas, listas o tontas o tranquilas o nerviosas. Todas morían de forma espeluznante ante el imaginativo homicida que ejecutaba normalmente con armas blancas y objetos contundentes.
Un esquema que mantiene este “la reina del baile”, con ecos de “Prom Night”, “El asesino de Rosemary”, “Mil gritos tiene la noche” o algunas de Dario Argento, tipo “Rojo oscuro”, “Phenomena” o “Ténebre” donde el maniaco es alguien que no se espera aunque eso es una simple excusa para un catálogo de hachazos, electrocuciones, guillotinas o cuchilladas con multitud de amputaciones y hemoglobina a borbotones.
Un producto que gustará a los seguidores de este tipo de cine, que son bastantes, tanto los más jóvenes como los veteranos pues la ambientación es la adecuada, banda sonora a sintetizador de los Hermanos Newton (los de “Stanger Things”), un reparto de jóvenes rostros y un caleidoscopio de largometrajes y canciones de los ochenta, desde el “Phantasma” de Don Coscarelli, hasta Billy Idol, Judas Priest o Roxette.
Una brutalidad que a pesar de su ingenio guion, como la gran mayoría de los “slashers”, no entra en disquisiciones éticas o explica las nuevas moralidades (y moralinas) de estos tiempos que nos han tocado vivir. Un canto al pasado cine de horror donde la muerte se convierte en la absoluta protagonista de la función. En este caso en un instituto donde unos jóvenes intentan disfrutar de una noche inolvidable en sus vidas. Un “Prom night” que desde el “Carrie” de Brian De palma no es sinónimo de diversión sino de violencia, brutalidad y múltiples cuerpos mutilados.
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