Han pasado casi 5 años desde que vi a Morgan por primera vez en el Pirineos Sur y ya entonces me parecieron una banda con muchísimo potencial. Ver hoy a Morgan en directo es como encontrarse un manantial en mitad del desierto. Un manantial donde refrescarse el alma y curar durante un rato esas heridas invisibles del día a día.
Anoche Morgan no lo tenían fácil, coincidían con el segundo concierto de Amaral y con Eurovisión, pero que la Sala Mozart no estuviera abarrotada no les impidió dar lo mejor de sí mismos. Hicieron su aparición desde una puerta lateral que da acceso a las butacas de la Mozart, con Nina cantando la bluesera «Arena» sin amplificación ninguna. Avanzaron entre su sorprendido público hasta llegar al sobrio escenario. Allí formaron un corro para cantar. Nada de postureo, efectos ni distracciones. Aquí se viene a escuchar y a sentir.
Y desde ahí, vivimos un torrente emocional que arrastró al público a lugares a los que sólo la buena música es capaz de transportarnos. Con un sonido perfecto, nítido pero potente, Morgan navegaron con soltura entre el soul, el rock y ese folk cósmico que a veces me recuerda a Pink Floyd (lo cual es todo un halago). Sobre el escenario había ocho músicos en auténtico estado de gracia derrochando sensibilidad. Paco López a la guitarra sigue siendo un cirujano de las emociones. Nina no es un animal escénico como Eva Amaral, ni lo necesita, y se ve todavía algo tímida en medio del escenario, pero su voz te deja sin palabras. Nina no canta: ella siente e interpreta la canción. Se emociona y hace que algo se quiebre dentro de ti. Esa voz cristalina, tan frágil y tan poderosa, es de las que ponen los pelos de punta. Y qué naturalidad a la hora de dirigirse se al respetable. Es como si todavía no se creyera que está en uno de los mejores grupos españoles del momento.
Respecto al repertorio, no defraudaron los temas de su excelente cuarto disco HOTEL MORGAN. Yo me quedo con “El Jimador” o ”Radio” que fueron unos de los momentos más emocionantes de la noche. No faltaron “Sargento de Hierro”, “Home” ni “Alone”. Me sorprendió gratamente la pista de baile funk setentera en la que se convirtió “Another Road” con guiños a Chic y su «Good times». Morgan también saben divertirse.
Morgan no son una banda para radiofórmulas, son un grupo para quien necesita música que te abrace y te reconforte. Cuando se fueron tras casi 2 horas de emociones a flor de piel, hubo aplausos de esos que suenan a respeto y a gratitud mutua. Lo dicho. Anoche, Morgan no dieron un concierto. Fueron un manantial.
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