En la infravalorada última película de Stanley Kubrick “Eyes wide shut”, todo el “relato soñado” (parafraseando la novela en la que se basaba) que iniciaba el personaje interpretado por Tom Cruise se basaba en una confesión de su esposa, interpretada por Nicole Kidman, sobre una fantasía sexual por la que estuvo a punto de acabar con su familia y su vida, llegando al desenlace convertido en una arenga a favor del matrimonio.
Curioso que en esta “Babygirl” también exista otra confesión. En este caso, de la alta ejecutiva encarnada por Nicole Kidman a su marido (Antonio Banderas) sobre la consumación de sus fantasías. Una mujer poderosa que no puede reprimir su lascivia con un joven becario. El problema es que entre ambos filmes hay una distancia sideral pues más que acercarse al talento “kubrickiano”, lo que tenemos aquí en un edulcorado y largo videoclip, de iluminación suave y un erotismo blanco más en la línea de “50 sombras de Grey” o subproductos parecidos. Algo así, como un intento de película escándalo burguesa como las que realizaba Adrian Lyne hace décadas tipo “Nueve semanas y media”, “Una proposición indecente” o “Infiel”, con las que guarda algunos paralelismos tanto estéticos como de trama pero llevados a estos tiempos, de la manera políticamente correcta que dicta la actualidad.
La responsable es la holandesa Halina Reijn que ya en sus países bajos natal había ofrecido otro empoderamiento sexy como fue con “Instinto”, con la presencia de la atractiva Carice van Houten (quien ganó fama con “Juego de tronos”). En este caso sustituye a una bella mujer por otra, como es Nicole Kidman que a pesar de su nominación al Globo de Oro no resulta del todo creíble, ya que basa su personaje en una pose fría de poder que se va resquebrajando al encontrar sus ocultos deseos. Ella copa un elevado tanto por ciento del metraje, acompañado por el joven Harris Dickinson y Antonio Banderas.
Todo narrado y filmado para que nadie se “rasgue las vestiduras” ni pase demasiada vergüenza al verla en pareja. Erotismo “light” donde apenas se pueda ver un cuerpo desnudo pero que intente sugerir al espectador con planos cortos de excitación, filtros variados e intérpretes conocidos. Una puesta en escena que no resulta atrayente ni en su forma de encarar el ritmo, pues sus casi dos horas acaban por resultar interminables ni en un guion con demasiadas “lagunas”. En esta ocasión, A 24 naufraga de forma considerable pues ni siquiera “Babygirl” resulta original ni bien planteada. Un fallido intento de cine comercial.
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