De las entrañas de lo desconocido llegan a veces grandes satisfacciones. Abrir las puertas para recibir el mensaje no solo de aquellos portadores de buenas nuevas cuyos rostros nos son familiares, sino también de los que consiguen escapar del abismo de la mediocridad y luchan a pecho descubierto para hacer llegar su buena nueva. Es complicado en este mundo cada vez más conectado, que ha facilitado de manera asombrosa la posibilidad de llegar a confines -y por ende, fines también- donde antes era más probable perecer en el intento por muy meritorio que fuese completar el recorrido. Pero esa apertura de portones conlleva que a veces se cuelen tanto el grano como la paja y termines siendo incapaz de filtrar de la manera adecuada. Reconozco sentirme totalmente absorto con «Alabaren» a la vez que no me importa decir que no tenía conocimiento alguno de la existencia de Elisabeltz, banda formada en 2018 en Bermeo, y que con este compendio de ritmos oscuros me ha atrapado desde que por primera vez introduje el disco en mi viejo equipo de música.
«Alabaren» es una liturgia de eléctrica oscuridad, una invitación a su letanía pagana de metal en penumbra en el que ejercen como sumos sacerdotes. «Levítico 15» deja descansar su enérgico riff sobre una tenebrosa atmósfera y unos fantásticos cambios vocales. «Amaon» bucea de manera prodigiosa en la construcción de melodías vocales a la vez que otorga protagonismo al trabajo de guitarras, que muestran tanto su fortaleza como su calma dentro de la propia canción, revistiendo esta de una estructura que escapa de cualquier atisbo de perecer en las orillas monolíticas. «Mantra Berri» es el punto culminante del disco, la máxima expresión creativa oscilando entre parámetros propios del metal progresivo, voces que igual apuntan hacia los filos helados del Black metal sin llegar a su extremidad acústica, coros eclesiales, giros melódicos, momentos experimentales cercanos en ideología al jazz, disonancias incluidas.
«Gabriel ala Deabrua?» recorre sonoridades con esas guitarras iniciales que se cuelan por lados más alternativos para casi sin dar tiempo lanzarse a arrollar con un riff poderoso y marcial, pero es que en el seno de la canción conviven estructuras el rock más tradicional e incluso un cierto respiro prog. «Kurtzio Udazkenien» rompe radicalmente con lo que hasta ahora nos estaban poniendo frente a la cara Elizabeltz, remando en un mar de calma y sosiego pero con la presencia intrínseca de una potencia a punto de romper como colchón que salta a la superficie al final del tema, nos encontramos con una canción que me atrapa. Vuelve la tormenta de la mano de «Zin», cruda, una batería veloz y omnipresente, un sonido tenebrosos y circense constante que produce desasosiego y la oscuridad de las líneas vocales. «Ergastula» no se separa excesivamente de la anterior, arraigada en un rock fuerte y rocoso sin perder de vista ese ataque frontal que proponen desde la voz entre las líneas vocales que dibujan las guitarras y ese intermedio de voces corales. Cierra el disco «HellEnd», virando de nuevo hacia momentos de calma cristalinos y fríos, en consonancia con el giro de muchas bandas Black del norte de Europa cuando abandonaron sus corrosivos inicios, pasajes eclesiales, folk y guitarras propias del heavy metal de corte épico.
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