El hoyo de Galder Gaztelu-Urrutia fue una película más que interesante que proponía una atractiva metáfora sobre la sociedad y la lucha de clases. Me encantan estas brutales distopías que sacan a flote lo peor de la condición humana. Ahora nos llega su segunda parte de la mano de Netflix.
El hoyo 2 es más violenta, más dura y más incómoda de ver que su predecesora. Lo cual no la hace mejor, todo lo contrario. Si la primera parte sorprendía por su planteamiento, lejos de repetir la fórmula, Galder Gaztelu-Urrutia ha optado por un nuevo enfoque todavía más radical. Ahora en el hoyo ha surgido una secta que impone su ley a base de sangre. Se habla de un líder al que nadie ha visto pero que se sacrificó por los demás, sirviendo así de ejemplo para sus acólitos (¿os suena?). La secta dice buscar el bien general y para ello establece unas normas y severos unos castigos para quienes no las cumplan. Las analogías con la realidad son más que evidentes, ya sabemos que no hay nada mejor para denunciar los problemas de las sociedades que una buena distopía. Galder Gaztelu-Urrutia parece plantearnos la dicotomía de «dictadura o anarquía«, no hay otra opción. La deriva autoritaria de la sociedad actual está perfectamente reflejada en el film, de igual manera que el sentimiento gregario o el rechazo al diferente. Así pues, El hoyo 2 no es un film carente de múltiples lecturas y para cualquier aficionado a las distopías puede suponer un trabajo interesante (aunque menos que su predecesora). Una pena que el baño de sangre lo inunde todo.
El problema de El hoyo 2 viene cuando el film se hace confuso y no entendemos las motivaciones de los personajes, algo que no pasaba en el film original. Primeramente, me resultó difícil entender qué dicen algunos personajes, la comprensión de algunos diálogos era casi imposible incluso en escenas de calma. No sé si es cosa de la dicción de los actores o algún fallo técnico, pero me sacó bastante de la trama. Ya que estamos, el casting creo que esta vez no ha sido el más acertado, sinceramente. Me gustó Hovik Keuchkerian aunque no entendí a su personaje ni por qué aparece tan poco y (oh, sorpresa!) me sorprendió gratamente Óscar Jaenada, creo que está en su papel más contenido en décadas. También aparece Zorion Eguileor aunque no entendí de dónde sale su personaje.
Lamentablemente y a pesar de sus 100 minutos de duración, el film se hace pesado en su parte final. Creo que Galder Gaztelu-Urrutia tenía una muy buena idea aunque esta vez no ha sabido desarrollarla. Un apunte final, no os perdáis los títulos de crédito finales en los que se conectan ambas películas.
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