Dentro de los conciertos conmemorativos del 25 aniversario de la mítica sala zaragozana La Lata de bombillas, el de Bernard Butler destacaba especialmente para un servidor. Bernard Butler estuvo en Suede, compuso y grabó con ellos sus 2 primeros LPs pero no llegó a girar con ellos en la presentación de Dog Man Star (1994), por lo que nunca había actuado en Zaragoza. Han tenido que pasar casi 30 años para que finalmente podamos disfrutar en la ciudad del cierzo del talento de mister Butler.
Un cambio de sala a última hora del que no me enteré y una Zaragoza colapsada por la lluvia de octubre parecen empeñados en que me pierda casi 30 años después a Bernad Butler en directo. Pero consigo llegar a la Lata de bombillas, calado hasta los huesos, pero a tiempo. Y ahí está, un Bernard Butler cercano y sencillo. Un tipo que viaja por Europa en tren con sus dos guitarras a cuestas. El tiempo ha pasado por todos pero Butler conserva su pelazo (qué cabrón) y su maestría a las 6 cuerdas. Admite haber estado de tapas por la ciudad y tener los dedos aceitosos. Nada de divismo ni de ir de estrella. Tras dejar atrás los destellos del estrellato, sólo queda un artista. Nada más y nada menos.
Butler viene con su primer disco a su nombre en 25 años, el excelente Good grief (algo así como «Santo cielo!» y que va directo a mi lista de mejores discos del año) aunque repasó toda su carrera en solitario. Arranca con My domain y nos damos cuenta de la tremenda suerte que tenemos. La cercanía que nos permite un recinto de este aforo es todo un lujo. No se oye un suspiro entre el público. Silencio sepulcral entre el respetable. Nada de ese molesto murmullo que a veces se percibe en las salas. Nada. Todo el público está callado y absorto en la canción. Sólo el final de la misma nos da pie para romper el silencio en forma de aplausos y vítores. Butler agradece la atención y nos ofrece las no menos emocionantes Souvenir y People move on para comprobar que nos tenía a sus pies. Como el mismo Butler dejó bien claro, debemos luchar por que las salas de conciertos sigan existiendo.
No tiene Bernard Butler una gran voz aunque en directo sabe sacarle todo el partido. Sus canciones desnudas de todo artificio consiguieron ponerme la piel de gallina en más de un momento. Sirvan de ejemplo Deep emotions o Pretty D, dos descarnadas gemas de pop perfecto incluidas en Good grief. Como en un sueño, no nos dimos cuenta del tiempo y la casi hora y media del concierto de Bernard Butler se nos pasaron volando. Al finalizar Not alone pudimos comprobar que, definitivamente, la espera había valido la pena. Vuelva usted cuando quiera señor Butler, sabe que aquí se le quiere.
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