Conocemos a José Manuel Serrano Cueto más por su labor de escritor y divulgador cinematográfico que por la de director, a pesar de que en su momento vimos el estupendo “Contra el tiempo”, nominado al Goya al mejor documental (lo ganó uno más político, con más presupuesto, con Javier Bardem detrás, sobre el Sahara). Este “Osario Norte” guarda algunos paralelismos con su premiado documental pues comparte algunas estrellas de la época como Lone Fleming o Antonio Mayans que aparecen en ambos para hablarnos de ese “tempus fugit”. El gran olvido que presta el cine español a su pasado, a sus actores y, por lo tanto, a su propia historia.
Si “Contra el tiempo” se nos hablaba del actor como trabajador y no como estrella mediática, en “Osario Norte, los últimos días de San Valentín” se nos narra el abandono y la falta de recuerdos a nuestro pasado, a celebridades en su día, gente que nos hizo feliz pero que ha sido borrada del mapa. Es el caso de Jorge Rigaud.
Rigaud fue un actor argentino- francés que en la España de finales de los cincuenta y sesenta se hizo célebre interpretando a San Valentín en “El día de los enamorados” y “Vuelve San Valentín” aunque para otra generación, amante del fantaterror hispano de los setenta y ochenta, su papel más destacado será en “Pánico en el Transiberiano”. Murió en los ochenta, solo y en condiciones muy penosas en Leganés, donde reside Serrano Cueto. A partir de la búsqueda de su tumba, el cineasta descubre que fue enterrado en una fosa común (el osario norte al que alude el título) y bucea durante varios años en los últimos días de su vida mientras que busca que el ayuntamiento de la ciudad madrileña le coloque una placa en su memoria.
No desvelaremos más de su argumento pero estamos ante un documental atípico. Un canto de amor al cine, narrado como si de un “thriller” se tratase, dejándonos un poso de amargura al comprobar el trato (maltrato) de España a su memoria pasada. Se acrecienta al ver entrevistados a otrora estrellas como los antes citados Lone Fleming y Antonio Mayans pero también a Paca Gabaldón y al director Eugenio Martín, en su última entrevista vivo. Ellos nos hablan de “primera mano” de trabajar con Jorge Rigaud, de su porte aristocrático, de su bonhomía, modales y clase. Opiniones que comparten sus vecinos en el Barrio de la Estrella en Madrid, historiadores, críticos y otros trabajadores anónimos de Leganés. Para unir ese pasado y el presente, Serrano Cueto acierta al involucrar a Pedro Casablanc como nexo de unión.
Un guion soberbio, dotado de un excelente ritmo, merced al montaje de Jorge Rivera (además productor del filme) que nos va ofreciendo pinceladas de la vida de Jorge Rigaud, sus primeros pasos en Argentina, su trabajo en Francia con Öphuls o René Clair, su poco probable pero posible implicación en un atentado fascista leído en las memorias de Buñuel, su llegada a España de la mano de Ana Mariscal, su triunfo pero, sobre todo, la soledad de sus últimos años. Su “memento mori”.
Filmado con pocos recursos (se precian de no haber recibido ninguna subvención) pero una apasionante “puesta en escena”, su indagación y buceo en la extraña muerte de Rigaud merece un amplio reconocimiento por lo que se cuenta y cómo se cuenta pues dejan a otros “genios” del cine tan abandonados como Rigaud, enterrados en “fosas comunes” como Florián Rey, Segundo De Chomón o Rafaela Aparicio, cuyo sepelio apenas congregó a gente de la cultura y el cine. Todo resumido en el extracto de la carta-esquela de José Luis López- Vázquez a Jorge Rigaud que “eriza la piel” y no nos deja en buen lugar como país al hablar de memoria y que con tanta actitud, y aptitud, ha reflejado José Manuel Serrano Cueto en “Osario Norte, los últimos días de San Valentín”.
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