El poeta dice sabiamente que uno llega cuando tiene que llegar, no cuando lo dice alguien, o esos otros. Los hay que llegan antes, los hay que más tarde, que no es que sea tarde por ello. Y los hay que no llegan nunca y permanecen suspendidos, en el aire, sangrando y regando la existencia de unos cuantos.
Us son afables, pero también traicioneros. Amorosos, aunque asesinos. En su balanza interna un lado de la división justifica el otro. Y solo tienen que escuchar la orden del jefe de su manada, para que les cambie el gesto en un segundo, eso se ve.
Su corazón se defiende odiando, y su odio se defiende amando, cuando ya es tarde. Y aun así no lo entienden. ¡Pero si también soy bueno! Se dicen a su medio oído bueno cuando se les reprueba una mala decisión, un mal comportamiento.
En su favor diría que sus certezas —que les son insertadas—, parecen reales, aunque no lo sean. Y deciden, deciden con velocidad y sin miramientos lo que les pide el cuerpo. Ya después, si acaso, si se equivocan, te acarician el alma entre todos para recomponerte, para que formes parte del club.
Hay mucha gente, los más, que son Us. Unos son peores que otros, claro, unos más evolucionados que otros que son más simples. Los hay con muchas caras —intelectualmente hablando—, pero con el corazón divivido. Con una mitad se quieren a sí mismos y con la otra mitad odian al personal contra el que se defienden. Que puede ser cualquiera, otro divivido o un Them.
Orgullosos de seguir vivos, les gusta el enfrentamiento y se hacen hábiles en las diferentes formas de ataque, aunque no soportan el dolor del corazón, del que se abstraen con su mitad buena acariciándose el alma cuando algo les duele de manera más profunda. De una manera que les toca la conciencia. Una conciencia que prefieren tener más contenta que tranquila.
Un Us puede ser cualquiera. Tu vecino de arriba, tu madre, tu médico, el político que sale en la tele proyectando su cinexín de la realidad, un amigo… Es una especie humana que va aumentando el número de sus individuos exponencialmente mediante el chantaje. Normalmente les pasan la factura de sus errores y para no pagar por ellos, deciden hacer un pacto de silencio sin saber que pasan a formar parte de los libres dentro de una prisión en la que su carcelero es su verdugo y salvador, a la vez que chivato. Y todos crecen hacia su imagen y semejanza.
Pero lo peor es cuando actúan en connivencia con Them. Aunque no se suelen dar cuenta de esto y siempre acaban con las culpas encima, más las de Them. En estos casos más vale agarrarse el alma, extender tus juanes corporales y seguir arrastrado por tu hércules autónomo para que surja el leopardo entre dos robles.
Us son entrañables y míseros. Obedientes e insumisos. Ejecutores y misericordiosos. Su poder reside en que tienen piedad y no tienen piedad; algunos ni con los abortos, ni con los niños. Para los niños se puede ser ángel o demonio. Pero las dos cosas no. Y los niños son sabios antes de dejarse corromper por una ciencia del dolor como esa única sabiduría posible que nos vuelve frágiles interiormente; fácilmente irascibles y obsesionados con una fuerza que hace que nos destruyamos entre nosotros.
Y lo seguiremos haciendo hasta que no nos demos cuenta de que los alquimistas de todo esto, los dueños del brazo con esas dos manos —la que te levanta disfrazada de dios, la que te tumba disfrazada del demonio—, se ríen desde sus tronos, recostados hacia atrás; viendo el lamentable panorama.
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