Llegamos más de media hora antes del horario de puertas y ya estaba formada una enorme fila para acceder al interior de la sala. Una The Bassement Club, convertida en nuevo local de conciertos antes de sus sesiones discotequeras. Nuevo sitio pero de grato recuerdo para el público más veterano pues en ete mismo lugar de la calle Galileo de Madrid se erigía aquel antiguo templo musical llamado Revolver, cerrado hace décadas, y donde tantas bandas importantes pasaron en el pasado.
Albajar las escaleras y acceder al recinto comprobamos como la disposición de la Bassetment apenas había cambiado de cómo era la Revolver por lo que sabíamos que tendríamos que sufrir el célebre pilar maestro que se sitúa en mitad del recinto y que no permite la visión del encajonado escenario. Por suerte, al llegar con bastante adelanto pudimos situarnos en una esquina y ver casi todo el grupo pero sabemos positivamente que público que llegó a última hora apenas pudo ver nada. Es el gran problema de The Bassetment.
Y es que la primera visita a la capital de España de los suecos Diablo Swing Orchestra generó mucha más expectativa de lo que pensábamos, así que el recinto se quedó pequeño. Nos alegramos por sus promotores Kivents que es gente de la que más arriesga con las giras.
Y con cinco minutos de adelanto al horario prevista salían a escena el octeto nórdico, encabezados por sus guitarristas fundadores Daniel Hakansson y Pontus Mantefors, junto al otro fundador, el bajista Andy Johansson, seguidos por la espectacular voz de Kristin Evergard, su batería Johan Norback y su maravillosa sección de metales con el trombón de Daniel Hedin y la trompeta de Martin isaksoon y el cello de Johannes Bergion. Todo directo, nada grabado, incluso alternando el sintetizador y teclados entre Bergion y Evergard.
Su fusión avant garde es espectacular, perfecta para bailar o quedarse anodadado con sus múltiples cambios de ritmo combinando rock, jazz, metal o progresivo en una hora y cincuenta minutos de puro deleite auditivo. Comenzaron con ritmo caribeño con “Guerrilla laments”, y ya desde el inicio se podía comprobar que estamos ante un proyecto distinto, pura experimentación donde por momentos parece que estemos ante un híbrido del jazz de Nueva Orleans con la banda de Emir Kusturica o algún proyecto alternativo de Mike Patton.
El concierto lo dividieron en dos partes con una que finalizó con “War painted Valentine”, con la inestimable ayuda del gentío presente en el estribillo. Antes mucho swing, progresivo, jazz y unos músicos impecables en ejecución, donde todos cantan bien (momento genial el de su cellista al micrófono) pero con una Kristin Evergard de timbre antológico y una buena dosis de recursos operísticos.
Además toca el piano como pudimos comprobar en la parte intimista con la balada “Ode to the innocent”, con su sola presencia con voz y teclado. Pequeño parón y continuaba la fiesta que llegó al paroxismo con “Celebremos lo inevitable”, con su sonido mexicano y letra en español. De ahí se pasó al rock americano “Jig of the century2 o las reminiscencias Motown de “”Honey trap aftermath” que culminaba en la lección de técnica vocal y de la sección de viento en “Voodoo mon amour” aunque finalizaron su actuación con uno de sus temas más divertidos como es “Balrog boogie” y la definitiva “Vodka inferno”.
Banda de gran calidad que gustó en su paso por Madrid y que además cuenta con una buena cantidad de seguidores. Es su primera visita a España, seguro que habrá más y en recinto más grandes.
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