Dos obras emblemáticas, por completo opuestas aunque vinculadas entre sí gracias a múltiples cicatrices de malditismo, que se descubren hoy como visiones concretas de un tiempo ya distante que no supo comprenderlas como reverso de oscuridad y ruptura de convencionalismos emocionales.
Pudiera ser que en «Forever Changes», publicado el 1 de noviembre de 1967, pese a su endulzamiento y a su estética de recursos melódicos bien definida, se concentraran no pocas audacias maléficas, esenciales suspiros de transición y odio para lo que el hippismo californiano declaraba como nuevo sueño americano licuado en ácido. Mucho hay ahí, entre los surcos de lo perpétuo, de frustraciones y sueños rotos, de renuncia y resentimiento, de trastorno y de ingenuo suicidio espiritual…las canciones de Forever Changes son en parte, reflejo del fracaso existencial de toda una generación, canciones que usan un idioma común de arte bien comprensible por todo el mundo, para esconder secretos que sangran, una maravillosa obra de negrura interna que se proyecta radiante hacia el exterior en múltiples colores y armonía enamorando al instante por su belleza dramática, ese magnetismo heredero de las más tristes proclamas que obedecen siempre a la turbia vivencia de la desesperación.
Quince años más tarde, el 1 de noviembre de 1982, emergiendo como un monstruoso leviatán desde las profundidades de las Islas, «Black Metal» se adueña en Inglaterra de una corrupción lírica, de un sentido de la atrocidad musical sin precedentes que serán esperma negro de ruido y fantasía demónica para implantar un dudoso mensaje de agresión generacional que llegará a todos los lugares del mundo dando a luz entre gemidos y gritos provocadores, a todo un género de hostilidad y de realidades ocultas que no siempre será bien recibido. VENOM inventaban parafernalia de culto con su imagen de adoradores del infierno, inaugurando con sus exabruptos de disturbio y oda satánica, un sentido del espectáculo que sería incluso trascendido hacia el extremismo radical de algunos fundamentalistas canallas que veían en ellos a una suerte de Mesías del fuego.
Como bien señalaba un componente de MAYHEM años más tarde en una entrevista que recordaba los sórdidos acontecimientos del Inner Circle:
«Nos encantaban Venom, sabíamos que lo que hacían no era de verdad, pero nosotros queríamos hacerlo real.»
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