Un año más celebramos el día de la traducción. Una actividad necesaria, y más en estos tiempos convulsos que abogan más por la división que por la unión de las personas. Estamos, pues, ante una labor humana.
Esta Torre de Babel en la que estamos nos separa por idiomas, pero también por tiempos. Vivimos en distintos tiempos que son uno. Y así quizá, al no vivir todos en un mismo tiempo, no suceden todas las cosas a la vez; lo que sería un desastre.
Hay muchos tipos de traducción, pero hagamos énfasis en la traducción literaria. Pues a pesar de haber tantas lenguas, todos, sin excepción, sufrimos y padecemos los avatares de la vida en un mismo idioma. El idioma del misterio de la vida. Cómo traduce cada autor este idioma es algo original y necesario para todos.
Y los traductores estamos aquí para canalizar todo ese saber. Para completar el puzle que forma el misterio con cada autor que se adentra en él. Para que el río de esa sabiduría —que surge del roce de las almas con el Tiempo— fluya en todas las lenguas posibles y cada ser humano tenga acceso al sentir de los escritores que descubren el mundo transitando por ese espacio yermo. Por esto somos necesarios. Para facilitar el recorrido por un sendero en el que se van dejando huellas con los libros que leemos como si fuesen hojas verdes que van floreciendo en medio del erial de la conciencia.
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